lunes, 24 de marzo de 2008


Premio
Ala Décima
2008


Después de las sirenas,
de Irelia Pérez Morales



Después de las sirenas, óleo sobre lienzo, de Carlos Rafael Vega, miembro del Grupo Ala Décima, inspirado en el presente texto y entregado a la autora como parte del premio.




Después de las sirenas


Irelia Pérez Morales



Primer premio

VIII concurso nacional
Ala Décima (2008)



JURADO:

María Eugenia Azcuy
Luisa Oneida Landín
Osvaldo Padrón



CONVERSACIÓN CON LAS SIRENAS

Estamos en presencia del caos que define la lírica de Irelia Pérez Morales, poesía de inmensidad, corazón náufrago anegado en lo más sublime de los sentimientos. Sus sirenas se entrelazan en el trasfondo poético con una auténtica concepción humanista.

¿Qué queda después de las sirenas? ¿El encuentro creador de Irelia con el mundo para su liberación? Poética reflexiva que va más allá de la desolación y que se adentra en lo inesperado, en lo confuso, en las ruinas de la desmemoria:

"Alguien le colgó visillos al cristal de las ausencias".

El profundo amor que infunde en su poemario es en sí mismo un acto de creación y de recreación. En "Después de las sirenas", el amor es diálogo, es acto de valentía, de compromiso. Hay humildad en sus versos, su discurso irrumpe en lo virtuoso de la palabra y fluye como agua de manantial.

Poesía del vivir, de la intensidad. Convencida Irelia de que es capaz de renacer a pesar de su inquietante angustia y que no puede haber diálogo sin esperanza. Sus sirenas cantan, se empinan y bailan el vals de las olas, "no importa si antes o después".


María Eugenia Azcuy




Después de las sirenas


Las he visto cabalgar sobre las olas mar adelante
peinando el pelo blanco de las olas jadeantes
cuando el viento hincha el agua blanca y negra.

Thomas S. Eliot


A mi familia y amigos.
(Y ojalá siempre les acoja un puerto seguro;
no importa si antes o después de las sirenas).




Se busca al homicida de los caracoles


(Con Jorge Luis Borges)



Pisan mis pies
los colmillos
con que araña el arrecife.

(La memoria del esquife palidece).

¿Qué visillos cubren al mar?
¿Qué amarillos caracoles;
qué esperanzas me asesinas?

Mientras danzas con el caos
–agoreros–
se anuncian los ventisqueros
en la sombra de las lanzas.





Donde el oleaje se astilla


A Jesús C. (a propósito de un “Epitafio del náufrago”)



…esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.

Pablo Neruda



Llegan los barcos
,
espuelas en los ijares del mar;
maderos donde el azar se columpia
centinelas amordazados.
Las velas son novias de un tiempo ido
llorando por el vestido sin estrenar.
(Pobre encaje
que sólo lució en su viaje la marea del olvido
cuando no fue a la capilla el marinero).

Son canas los barcos
y sus campanas también doblan por la quilla
donde el oleaje se astilla como un vitral.
Nervaduras
en que crujen las amuras del tiempo.
Con sus hamacas
una fiebre de resacas se rompe
por las costuras del mar.

Cada barco es una brizna en la quimera;
desperdicio de madera que ya no cree
en el pez cantor.
¿Habrá algún después de las sirenas?
No creo que haya un después.
Si el cuneo salobre va a la garganta
¿cómo saber que el pez canta?
Tal vez responda Odiseo
(si escuchó el olor a ausencia colgado entre los pilotes).

Un amago de garrotes se cierne
como advertencia.
Arde una reminiscencia de proas sobre los charcos;
gimen las flechas sin arcos:
adioses que ya no están.

Es que los barcos se van...
Silencio...
Se van los barcos.






Después de las sirenas


Detrás de todas las distancias
...

Carlos Varela



Vas navegando el azar de un tablero
por la alfombra.
Derribas al rey.
¿Qué sombra de cuchillos trae el mar?
¿Quién salvará tu cantar cuando las uñas son garras;
cuando a zarpazos desgarras tu ayer?

No existe siquiera
una hilacha de bandera con qué soldar
las amarras al muelle...
Ya no lo ves.
Se va alejando en las brumas.
(¿O son lágrimas?).
Espumas te van royendo los pies.
No hay más Ítacas después de las sirenas.
Lo sabes.
Se hundió tu puerto;
las aves marinas vuelan a ras del abandono.
No hay más Ítacas tuyas
ni naves que te regresen.

El viento se encrespa en la arboladura.
La patria es una tonsura sobre tu fe;
sólo un ciento volando.
Por barlovento resuenan los caramillos.
Alguien le colgó visillos al cristal de las ausencias.
No hay cánticos;
sólo urgencias silbándote en los bolsillos su canción.
Y ante el llamado
la palma se te diluye detrás del mar.

(¿Dónde fluye este saxofón cascado?).

Un marinero embriagado se masturba en tu vigilia.
Llora en la popa Cecilia.

Donde se rompió el estay, ya no hay mástil...
Sólo hay una foto de familia.






Si un dado te muestra el dos...



A veces
no hay ni una hoguera
donde quemarse las alas.
(Son noches en que apuñalas al cielo
por su sordera).

Pero, te indulta la espera
y un dado te muestra el dos...

¿Quién llega a ponerle voz
al mutismo de los peces?

Nacen lámparas
–a veces–
sobre la espalda de Dios.






Siempre a Ítaca



¿Quién ha arrancado de tu mapa el puerto
y te exige vagar por los adioses?
¿Soñarán con Penélope los dioses
mientras plantan zarzales en tu huerto?

La famélica trampa de lo incierto
su velamen desgarra por tus venas.

Gruñe el ancla su enojo de cadenas;
caminando, te alejas sobre el mar.

Furibundas, escuchan tu cantar
–confinadas al mástil– las sirenas.






Cuando las plumas son balas contra el sol




Ven sobre humo.
Camina las fiebres en tu pared.
Pliega el velaje a tu sed.
Descúbrete.
En la sentina –aullando inviernos–
orina el lobo que ya no sabe morder
ni un astil del ave
cuando las plumas son balas contra el sol.

(¿Hoy llueven alas homicidas?).

Ya no cabe tanto enigma en la balanza.
Al hombro, tus marionetas van al carcaj.
No hay saetas.
Equivocó la Esperanza el arco del hoy.
¿Qué danza te bailará Salomé
para que ofrezcas tu fe decapitada?
¿Qué axioma borrará
hasta el mar que asoma tras la huella de tu pie?

Ven y rompe la emboscada del tiempo,
su desmemoria.
Búscate
donde la historia dice plural estocada.
Hay olores a manada
más allá de la neblina y el hollín.

Ven.
Asesina tus fiebres en la pared.
Pliega el velaje a tu sed.

Camina el humo...
Camina.





(Con Pedro Péglez)


Y domarán tus lunas a la espera



(vigía sobre un muro salpicado).
Y ya no importarán ola
ni barco;
ni aquel oasis náufrago en la estela.

¿Zarpaste de un adiós?
¿Desde la ausencia?

Un cantar se amordaza.
Muere el eco.

Espiga en el muñón del desencuentro
ondulando vendrás como de sombra...

Alga sobre un silencio de begonias
regresarás del gris como del viento.






IRELIA PÉREZ MORALES. Nacida en 1956 en la provincia de Villa Clara y
radicada desde hace varios años en la ciudad de Cienfuegos. Licenciada en Historia y Ciencias sociales. Poetisa y narradora. Integra el Club de poetisas cienfuegueras, y es miembro de la REMES (Red de Escritores del mundo en español), con sede en Madrid. Tiene publicados los poemarios Donde siempre hay ventanas (para niños), Ediciones Mecenas, 2006, y Los dados sobre el polvo, (décimas), Editorial Sanlope, 2007. Poemas suyos aparecen en varias antologías y publicaciones periódicas. Ha recibido en los últimos años numerosos premios, como el Décima y tradición (2006 y 2007); el del II certamen internacional de poesía “Ábaco” (Alcalá de Henares-Madrid, 2006); el del I certamen internacional de poesía “Palabras Diversas” (Madrid, 2006); el segundo premio en el XVIII certamen internacional de poesía “Mujeres Progresistas por la Igualdad” (Alcorcón-Madrid, 2007); y el primer premio en el concurso nacional de décima Francisco Pereira, también en el 2007.