viernes, 10 de mayo de 2019

Premio Ala Décima en el XII Décima al filo


Bengalas en la noche,
de Yelaine
Martínez Herrera



 


Desde el 2005 el Grupo Ala Décima entrega un premio al mejor cuaderno de autora joven en el concurso Décima al filo, que convoca el grupo de mujeres decimistas de igual nombre. En la entrega de ese lauro colateral, correspondiente a la duodécima edición del certamen (2019), premiado durante el XIV Encuentro Décima al filo, mereció el galardón de Ala Décima la obra Bengalas en la noche, de Yelaine Martínez Herrera (Las Tunas, 1990), Licenciada en Periodismo, reportera del periódico 26 y autora del blog Ojos tuneros, quien había obtenido el mismo lauro en las ediciones del 2013 y 2017. Ha sido premiada en varias ocasiones por su poesía, y publicada en las revistas Alma Mater y Resonancias, así como en folletos por la Jornada Provincial de Poesía Gilberto E. Rodríguez y la Feria del Libro en Las Tunas.







Bengalas en la noche




Mujer con alas

Una mujer se crece ante la aurora,
cual penachos desnuda sus cimientos.
Es aire, luz y sombra al mismo tiempo.
Es Afrodita que cabalga en una ola.
Una mujer de tierra y de corona
abraza el porvenir como un murmullo,
su cuerpo no es balance taciturno,
hay ecos que le siguen entre danzas,
desprende sed de fuego cuando baila.
Se vuelve talismán para los suyos.


Catalepsia

Cuando la musa te escriba
con el pecho desgarbado,
pregúntate si has osado
pasarla por una criba 
de aplazamiento. Ahí estriba
la raíz de tu embeleso.
Catalepsia que en obseso 
camino sufre el artista.
Pero solo el que persista
puede ganarle al receso.


Una voz que remansa

Quiere beberme la herrumbre
el néctar de las pestañas,
anda tejiendo artimañas
para apagarme la lumbre.
Pero el amor en su cumbre
como Prometeo fiel
me coloca en el dintel
del consuelo acompasado,
es el fuego que me es dado,
del tiempo su timonel.

Aunque trabas a extramuros
oscurezcan los senderos,
tus ojos son escuderos,
fortalezas en mis muros.
Solemnes enfrentan duros
huracanes de problemas,
destierran los anatemas
allendes a toda hogaza.
Las paredes de mi casa
contigo forman diademas.


Luz que invade

Tuve miedo de morirme y no decirte
que tu ausencia es como un río sin sus peces,
que me duelen los lunares que padeces
cual cicatrices hambrientas. Cómo asirte
a mi aliento tan desnudo sin decirte
que soporto huracanes si eso implica
evitar tus marejadas, si ahí radica
la luz que invade la noche cabizbaja.
Te amo cual farol, cual sol de alhaja
pegado a mi entrecejo. Si salpica

la pesadumbre de algún instante arisco,
tus hombros son oasis, el viaducto
donde siembro ambrosías, el reducto
para forjar quimeras en el risco
(no hay imposibles para el amor). Ni cisco
capaz de hacerme a un lado, soy tu sombra,
como la madrugada que te nombra,
lejos de ti no puedo abrirme el pecho,
somos como el rocío y el helecho,
tu presencia la arenisca desescombra. 


Umbral

Adónde vamos, ciudad,
con este dolor al hombro.
Hoy soy Fénix, me descombro
y renazco en la otredad.
Adónde vamos, ciudad,
cementerio de hombres vivos.
Quizás donde los esquivos
tormentos ya no me pueblen
la esperanza, donde doblen
las campanas sus motivos.

Renazco desde un umbral
de telarañas vacías,
de gorjeos y manías
presos en el cenegal
del recuerdo. Madrigal
inerme ante la semilla.
La extensión de una costilla
entre tres letras: EPD.
Hoy se suicida mi fe
para nacer de rodilla.


Hoguera

Y afuera sonríen los mocosos,
agridulce desafuero de las horas.
No sé por qué esperanza te demoras
en romper el jarrón de mis odiosos
resabios y latidos herrumbrosos.
No sé por qué me envuelven tus quimeras,
no sé por qué olvidar es como hogueras
quemándote el aliento mientras vives,
no sé por qué carajo me revives
el corazón repleto de goteras. 


Ironía

Cómo duelen los espasmos de la vida, pasatiempo para quien cree nuestro tiempo es un manojo de orgasmos. Cómo duelen los marasmos allendes a la caldera. Para avivar la madera hace falta más deseo. La vida es un Coliseo, no una cortina o bandera.

La vida danza dormida como un borracho solemne. La vida es algún perenne manantial que el cuerpo anida. La vida, es decir la huida, necesidad de aferrarnos al tiempo. Cómo zafarnos del mar que nadie navía. ¡Ay, qué sórdida porfía para nunca ilusionarnos!

La vida es un sicodélico clamor por la eternidad. La vida es la vaguedad donde repara el famélico destino, ser ecuménico que desgrana la memoria como ramas de notoria venganza todo lo hiere. A la humanidad se adhiere la vida como una escoria.

La vida es el Purgatorio adonde van los valientes, como náufragos silentes con destino obligatorio. La vida es el envoltorio de los días que pagamos, es la tierra que arrendamos para pastar nuestras horas y si acaso te demoras la vida dice: acabamos.


La muerte del Ada

I
Cuando el vientre es la partida iridiscente, trocada. Cuando el vientre es la estocada que se me torna suicida realidad en la guarida de las madres que no fueron o cuando todos volvieron a festejar su semilla, mi vientre triste se estilla con los dioses que mintieron.

II
Mi vientre tiene rivera donde desovara un ángel. Mi vientre como un arcángel sostuvo la primavera. Fue redil de las quimeras reales para el viviente, el inicio, la simiente de Dios, si así lo quisiera.

III
¡Ah, mi vientre! ¿Dónde vamos con el morral de esperanza si la vida es una danza en cuerda floja? ¿Adjuramos? ¡Ah, mi vientre! ¿Dónde vamos con el llanto de cornisa si tiene plomo la brisa por la muerte de mi Ada? Ya la vida no es aliada. Vamos a Dios, tengo prisa.

IV
Dame Jesús cada espina para vendarme la fe, dame Jesús de ese té que entre tus manos germina. Si tú eres el que camina sobre el agua por qué no distingo la Génesis ¿Lo visto es Armagedón o el absurdo bodegón del Edén? ¿Qué sabré yo?

V
Jesús, por qué te empeñaste en desnudarme la fe, que mi alma te la dé no basta si me dejaste. Perdona, no desgajaste el amor, fruto de vida. ¿Por qué culpo a mi druida si la culpa no es de él? ¿Será la culpa de aquel que a la muerte nos convida?

VI
Mi vientre rompe la hoguera de sueños tras un pañal, mi vientre es aquel banal biorritmo de la ceguera. Mi vientre como “loquera” de los días a trasluz, redime su propia cruz de tempestades inciertas. En mi vientre las reyertas de Lucifer y la luz.


Bengalas en la noche

Percibo la primigenia
voz del lodo tintinear.
Hoy escucho el campanear
del silencio como venia.
Todo lo que soy congenia
en la noche cual bengala,
la fe se vuelve antesala
del porvenir, su glorieta.
La noche es la marioneta
y todo pende de un ala.

Cómo ser fiel a una raza
que aplaude falos sin nombre
y tiene el vocablo hombre
en un pedestal de brasa.
Si mi alma es una hogaza
llena de insectos carnívoros
y encontrar unos herbívoros
parece aguja en granero.
Cómo beberme el esmero
entre pedazos omnívoros. 


Premonición

Tienen garras las paredes del insomnio
donde duermo,
me parezco a un paquidermo,
estoy desnudo en las redes.
Como duelen los “no puedes”
atados a comisuras de extraños,
cómo duelen los castaños que ya pasaron a oscuro
por sobrevivir al muro
saltándose los escaños.
Divergentes en las horas van mis talentos,
soy pan
que desmesura el desván del tiempo siempre a deshoras.
Soy la penumbra,
si azoras el candil verás el trigo.
La tristeza no es abrigo,
hace tiempo se acabaron los silencios
que pasaron mutilando así el postigo.
Quiero entrevistar a Dios,
en las sombras no hay verdades,
murieron mis catedrales,
solo espasmos, 
solo toz.
Me preocupa que la hoz prometida me descubra
para cuando el cielo cubra cada nube de mi pecho,
me encuentre Dios en el lecho y no haya quien lo encubra.


Reloj de arena

Qué voy a hacer con el tiempo que se me acaba en los dedos y con incautos enredos en un mar de contratiempo.
Qué voy a hacer a destiempo ante la aurora suicida si hasta la luz no convida a iluminarnos las manos.
De noche somos hermanos y opuestos a la salida del sol, otra redundancia.
La vida como el madero crece y cruje.
El agorero desván de conciencia rancia se estremece en abundancia mientras las luces titilan y los afanes vacilan por liberar el bravío monte de todo el estío, ante la noche destilan toda su hiel y demencia.
Para inclinar la balanza vamos a hacer una alianza que destierre intermitencia y proclame la clemencia como la dama expedita.
Este tiempo resucita.
Busquemos leña y hoguera porque toda la ceguera muere si muere la cuita. 


Problema de identidad

Soy la luna,
soy el viento,
soy la noche agazapada,
soy el filo de la espada que muere en el pavimento.
Soy el silencio,
el lamento de la existencia infinita.
Soy el torrente,
la cuita,
la vendimia que renace.
Soy el Crepúsculo,
el bache,
soy el reo que resucita.


Investida

Hay racimos de impotencia
en el ventanal del cuarto
como si fuera el infarto
que sufriera la abstinencia.
Hay una luz que es sentencia
moribunda en el umbral.
Mi cuarto es un cenegal
donde la tarde no llueve,
es como el dado que mueve
Dios desde su catedral.
Para qué tanto alboroto
con existir si al final
la vida huele a pañal
que nunca consta en la foto de familia.
Como loto vamos presos a su lago.
¿Será que morir no es pago
suficiente a la investida
o que la irónica vida
es cataculpa de estrago?







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