Bengalas en la noche,
de Yelaine
Martínez Herrera
Foto: Periódico 26
Desde el 2005 el Grupo
Ala Décima entrega un premio al mejor
cuaderno de autora joven en el concurso
Décima al filo, que convoca el grupo
de mujeres decimistas de igual nombre. En la entrega de ese lauro colateral, correspondiente a la duodécima edición del certamen (2019), premiado durante el XIV
Encuentro Décima al filo, mereció el galardón de Ala
Décima la obra Bengalas en
la noche, de Yelaine
Martínez Herrera (Las Tunas, 1990), Licenciada en Periodismo,
reportera del periódico 26 y autora
del blog Ojos tuneros, quien
había obtenido el mismo lauro en las ediciones del 2013
y 2017.
Ha sido premiada en varias ocasiones por su poesía, y publicada en las revistas
Alma Mater y Resonancias, así como en folletos por la Jornada
Provincial de Poesía Gilberto E.
Rodríguez y la Feria del Libro en Las Tunas.
Bengalas en
la noche
Mujer con alas
Una mujer se crece ante la
aurora,
cual penachos desnuda sus
cimientos.
Es aire, luz y sombra al
mismo tiempo.
Es Afrodita que cabalga en
una ola.
Una mujer de tierra y de
corona
abraza el porvenir como un
murmullo,
su cuerpo no es balance
taciturno,
hay ecos que le siguen entre
danzas,
desprende sed de fuego
cuando baila.
Se vuelve talismán para los
suyos.
Catalepsia
Cuando la musa te escriba
con el pecho desgarbado,
pregúntate si has osado
pasarla por una criba
de aplazamiento. Ahí estriba
la raíz de tu embeleso.
Catalepsia que en
obseso
camino sufre el artista.
Pero solo el que persista
puede ganarle al receso.
Una voz que remansa
Quiere beberme la herrumbre
el néctar de las pestañas,
anda tejiendo artimañas
para apagarme la lumbre.
Pero el amor en su cumbre
como Prometeo fiel
me coloca en el dintel
del consuelo acompasado,
es el fuego que me es dado,
del tiempo su timonel.
Aunque trabas a extramuros
oscurezcan los senderos,
tus ojos son escuderos,
fortalezas en mis muros.
Solemnes enfrentan duros
huracanes de problemas,
destierran los anatemas
allendes a toda hogaza.
Las paredes de mi casa
contigo forman diademas.
Luz que invade
Tuve miedo de morirme y no
decirte
que tu ausencia es como un
río sin sus peces,
que me duelen los lunares
que padeces
cual cicatrices hambrientas.
Cómo asirte
a mi aliento tan desnudo sin
decirte
que soporto huracanes si eso
implica
evitar tus marejadas, si ahí
radica
la luz que invade la noche
cabizbaja.
Te amo cual farol, cual sol
de alhaja
pegado a mi entrecejo. Si
salpica
la pesadumbre de algún
instante arisco,
tus hombros son oasis, el
viaducto
donde siembro ambrosías, el
reducto
para forjar quimeras en el
risco
(no hay imposibles para el
amor). Ni cisco
capaz de hacerme a un lado,
soy tu sombra,
como la madrugada que te
nombra,
lejos de ti no puedo abrirme
el pecho,
somos como el rocío y el
helecho,
tu presencia la arenisca
desescombra.
Umbral
Adónde vamos, ciudad,
con este dolor al hombro.
Hoy soy Fénix, me descombro
y renazco en la otredad.
Adónde vamos, ciudad,
cementerio de hombres vivos.
Quizás donde los esquivos
tormentos ya no me pueblen
la esperanza, donde doblen
las campanas sus motivos.
Renazco desde un umbral
de telarañas vacías,
de gorjeos y manías
presos en el cenegal
del recuerdo. Madrigal
inerme ante la semilla.
La extensión de una costilla
entre tres letras: EPD.
Hoy se suicida mi fe
para nacer de rodilla.
Hoguera
Y afuera sonríen los
mocosos,
agridulce desafuero de las
horas.
No sé por qué esperanza te
demoras
en romper el jarrón de mis
odiosos
resabios y latidos
herrumbrosos.
No sé por qué me envuelven
tus quimeras,
no sé por qué olvidar es
como hogueras
quemándote el aliento
mientras vives,
no sé por qué carajo me revives
el corazón repleto de
goteras.
Ironía
Cómo duelen los espasmos de
la vida, pasatiempo para quien cree nuestro tiempo es un manojo de orgasmos.
Cómo duelen los marasmos allendes a la caldera. Para avivar la madera hace
falta más deseo. La vida es un Coliseo, no una cortina o bandera.
La vida danza dormida como
un borracho solemne. La vida es algún perenne manantial que el cuerpo anida. La
vida, es decir la huida, necesidad de aferrarnos al tiempo. Cómo zafarnos del
mar que nadie navía. ¡Ay, qué sórdida porfía para nunca ilusionarnos!
La vida es un sicodélico
clamor por la eternidad. La vida es la vaguedad donde repara el famélico
destino, ser ecuménico que desgrana la memoria como ramas de notoria venganza
todo lo hiere. A la humanidad se adhiere la vida como una escoria.
La vida es el Purgatorio
adonde van los valientes, como náufragos silentes con destino obligatorio. La
vida es el envoltorio de los días que pagamos, es la tierra que arrendamos para
pastar nuestras horas y si acaso te demoras la vida dice: acabamos.
La muerte del Ada
I
Cuando el vientre es la
partida iridiscente, trocada. Cuando el vientre es la estocada que se me torna
suicida realidad en la guarida de las madres que no fueron o cuando todos
volvieron a festejar su semilla, mi vientre triste se estilla con los dioses
que mintieron.
II
Mi vientre tiene rivera
donde desovara un ángel. Mi vientre como un arcángel sostuvo la primavera. Fue
redil de las quimeras reales para el viviente, el inicio, la simiente de Dios,
si así lo quisiera.
III
¡Ah, mi vientre! ¿Dónde
vamos con el morral de esperanza si la vida es una danza en cuerda floja?
¿Adjuramos? ¡Ah, mi vientre! ¿Dónde vamos con el llanto de cornisa si tiene
plomo la brisa por la muerte de mi Ada? Ya la vida no es aliada. Vamos a Dios,
tengo prisa.
IV
Dame Jesús cada espina para
vendarme la fe, dame Jesús de ese té que entre tus manos germina. Si tú eres el
que camina sobre el agua por qué no distingo la Génesis ¿Lo visto es Armagedón
o el absurdo bodegón del Edén? ¿Qué sabré yo?
V
Jesús, por qué te empeñaste
en desnudarme la fe, que mi alma te la dé no basta si me dejaste. Perdona, no
desgajaste el amor, fruto de vida. ¿Por qué culpo a mi druida si la culpa no es
de él? ¿Será la culpa de aquel que a la muerte nos convida?
VI
Mi vientre rompe la hoguera
de sueños tras un pañal, mi vientre es aquel banal biorritmo de la ceguera. Mi
vientre como “loquera” de los días a trasluz, redime su propia cruz de
tempestades inciertas. En mi vientre las reyertas de Lucifer y la luz.
Bengalas en la noche
Percibo la primigenia
voz del lodo tintinear.
Hoy escucho el campanear
del silencio como venia.
Todo lo que soy congenia
en la noche cual bengala,
la fe se vuelve antesala
del porvenir, su glorieta.
La noche es la marioneta
y todo pende de un ala.
Cómo ser fiel a una raza
que aplaude falos sin nombre
y tiene el vocablo hombre
en un pedestal de brasa.
Si mi alma es una hogaza
llena de insectos carnívoros
y encontrar unos herbívoros
parece aguja en granero.
Cómo beberme el esmero
entre pedazos
omnívoros.
Premonición
Tienen garras las paredes
del insomnio
donde duermo,
me parezco a un paquidermo,
estoy desnudo en las redes.
Como duelen los “no puedes”
atados a comisuras de
extraños,
cómo duelen los castaños que
ya pasaron a oscuro
por sobrevivir al muro
saltándose los escaños.
Divergentes en las horas van
mis talentos,
soy pan
que desmesura el desván del
tiempo siempre a deshoras.
Soy la penumbra,
si azoras el candil verás el
trigo.
La tristeza no es abrigo,
hace tiempo se acabaron los
silencios
que pasaron mutilando así el
postigo.
Quiero entrevistar a Dios,
en las sombras no hay
verdades,
murieron mis catedrales,
solo espasmos,
solo toz.
Me preocupa que la hoz
prometida me descubra
para cuando el cielo cubra
cada nube de mi pecho,
me encuentre Dios en el
lecho y no haya quien lo encubra.
Reloj de arena
Qué voy a hacer con el
tiempo que se me acaba en los dedos y con incautos enredos en un mar de
contratiempo.
Qué voy a hacer a destiempo
ante la aurora suicida si hasta la luz no convida a iluminarnos las manos.
De noche somos hermanos y
opuestos a la salida del sol, otra redundancia.
La vida como el madero crece
y cruje.
El agorero desván de
conciencia rancia se estremece en abundancia mientras las luces titilan y los
afanes vacilan por liberar el bravío monte de todo el estío, ante la noche
destilan toda su hiel y demencia.
Para inclinar la balanza
vamos a hacer una alianza que destierre intermitencia y proclame la clemencia
como la dama expedita.
Este tiempo resucita.
Busquemos leña y hoguera
porque toda la ceguera muere si muere la cuita.
Problema de identidad
Soy la luna,
soy el viento,
soy la noche agazapada,
soy el filo de la espada que
muere en el pavimento.
Soy el silencio,
el lamento de la existencia
infinita.
Soy el torrente,
la cuita,
la vendimia que renace.
Soy el Crepúsculo,
el bache,
soy el reo que resucita.
Investida
Hay racimos de impotencia
en el ventanal del cuarto
como si fuera el infarto
que sufriera la abstinencia.
Hay una luz que es sentencia
moribunda en el umbral.
Mi cuarto es un cenegal
donde la tarde no llueve,
es como el dado que mueve
Dios desde su catedral.
Para qué tanto alboroto
con existir si al final
la vida huele a pañal
que nunca consta en la foto
de familia.
Como loto vamos presos a su
lago.
¿Será que morir no es pago
suficiente a la investida
o que la irónica vida
es cataculpa de estrago?
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