martes, 31 de marzo de 2009

Tercer lugar
IX concurso
Ala Décima
2009

Fabulando,
de Roselia López Saborit







JURADO:

Odalys Leyva
Argel Fernández
Modesto Caballero







Fabulando


Roselia López Saborit







Fabulando


¿La vida por fin perdida?

W.G.L.



El hombre buscando a Dios
se extravió en otro recinto
del Hades
Viaje distinto
llevan sus huesos sin voz
destinados a la nos-
talgia eterna del olvido
del jamás
Do sostenido
sobre la carne que agota
su pensión
Siniestra nota
apagará mi sonido


¿Dónde anclamos el dolor
atado al mástil del alma?

Tras el diluvio la calma
sigue naufragando por
un despiadado sopor
de incriminante desliz

¿En qué prohibido matiz
nace el árbol de la vida
que la tierra prometida
se ha vuelto una cicatriz?


Nadie encuentra lo que aparta
el enojo de la vida
Por un sendero suicida
se va sin celo sin carta
sin testigo que Siddharta
Gautama es la solución
del hombre
¿La tentación
es Radha Krisna?
La duda
es un ángel que me escuda
de filosa imprecación


¿Qué auxiliar estratagema
hará al hombre perdurar?
¿Qué poción debe tomar
sin pecar por anatema?

Se contamina el dilema
de este mundo milenario

¿Quién descubrirá el horario
permanente de la vida
si la muerte empedernida
abarrota el obituario?


¿Dónde están Venus Apolo
Marduk Eros Afrodita?
¿Dónde se habrán dado cita
dejando al hombre tan solo?
¿O su enmienda es otro dolo
para teñir el ocaso
y aseverar que el fracaso
lo lleva el hombre en sus pies?

¿Por qué es causa Gilgamés
de mi caída tu paso?


Si al buscar a Dios erramos
por confundir el madero
en un brutal desespero
terminó lo que empezamos

De dios en dios escalamos
una piedad inasible
descendiendo al imposible
letargo de eternidad

¿Qué hay de cierto en la verdad?
¿Cuál es la senda tangible?


¿Y si al árbol devolver
pudiéramos la manzana
devolvería el mañana
la joven prisa de ayer?

Si pudiera detener
del reloj las campanadas
olvidando apresuradas
razones sin desacato
libraría del retrato
las cenicientas miradas


Todo se reduce a cero
y se esfuma con la edad
¿Qué anciana inmortalidad
nos rescata del postrero
minuto?
Martín Lucero
¿logrará el protestantismo
contra la muerte un abismo
para encadenar la autora
de tan drástica demora

¿Nos aguardará lo mismo?


¿Qué ángel me presta sus alas?
¿Qué espíritu me convoca?
¡Parecería una loca
confusión de las escalas!

¿Y si desaprueba Palas
esta manera serena
de acudir
Augusta pena
que no encuentra su concierto

¿Y si clamo en el desierto
conmovería la arena?


Todo es polvo nada queda
al comenzar la escalada
Todo es soplo todo es nada
al final de la vereda

Nada impide que suceda
lo nefasto
Levedad
es la vida
Eternidad:
triste evocación un mito
deshabitado infinito
como esta negra orfandad


¿Quiénes somos?
¿Una puerta
donde el espíritu pasa
algunos días en casa
para no verla desierta?

Por una esperanza tuerta
pagamos un duro precio
de llanto y dolor al necio
ángel de la muerte
Infame
es el momento en que llame
¿Aceptará mi desprecio?


Tal vez somos el aroma
de un pálido desafío
o la razón del desvío
por el cual se llega a Roma

De tanta y tanta paloma
sin alas en la conciencia
me desplomo en la insistencia
de la muerte
De algún modo
es el principio de todo
o es el fin de la impotencia




ROSELIA LÓPEZ SABORIT (Manzanillo, Granma, 1968). Cursa la Licenciatura en Estudios Socioculturales. En el 2005, obtuvo premio en el concurso Juan Francisco Zariol de poesía. Ha obtenido premios en poesía y décima en los talleres literarios, en los niveles municipal y provincial. Poemas suyos han sido publicados en la revista Áncora.


miércoles, 18 de marzo de 2009

Segundo lugar
IX concurso
Ala Décima
2009

Albedrío, de Caridad
González Sánchez







JURADO:

Odalys Leyva
Argel Fernández
Modesto Caballero






Albedrío


Caridad González Sánchez






Albedrío



La ciudad se ha dormido.
El loco canta.

María de las Nieves Morales




La calle está despierta.
Se entretiene a puro salivazo el aprendiz,
recoge el vino turbio de un desliz y escupe de dolor.
Cuánto no tiene, cuánto le falta si la noche viene
decapitando el rezo en una escoba. Bajo su piel
un grito va y le roba acentos de algún lunes.
Su resabio lo hace profundamente menos sabio
mientras la noche sueña en otra alcoba.

La calle está despierta.
Un aguacero ensarta su espejismo en el papel.
Tras otra lengua el aprendiz infiel
disimula su herrumbre en el ropero.
Sobre un falso designio, lisonjero, el portal lo ensaliva.
Nunca duerme.

Perdonado el tahúr.
Solo lo inerme
empaña la armadura del escriba.
La calle está despierta
nadie iba salmodiando el perdón.
La noche duerme.

La calle se retracta y es un pez desarponado al sol.
Libre de furia, el aprendiz absorbe su lujuria
y enrola en la ventana otra preñez.
Regurgita al entorno su doblez y escupe de emoción
en las esteras. El viento lo desnuda.
¿No hay tijeras capaces de cortar los sortilegios?
Vuelve al marasmo gris de los colegios
y la noche se adentra en sus ojeras.
La calle no madruga,
se desliza en su bragueta impía y desolada
pantomima fugaz y retardada,
último intento de la suave brisa.
¿Y quién rompió su voz, cuál es la prisa
el aforismo incauto?
¿Quién blasfema y quién se asfixia
cuando el leño quema
el filo de la espada del mendigo?
¡Con qué fuerza se aferra en el postigo el aprendiz!
La calle es su dilema.
Y la noche lo acoge sin bautismo, sin confesión
sin reclamarle nada y lo abduce, quizás, enajenada
y triste de salvarlo de si mismo.
La noche lo ensaliva de lirismo
y rompe sus meandros en la acera.
Fantasmas de pared.
La noche es fiera y amasa su cordura y su inocencia.

Dos lunas
un violín
una sentencia
y el aprendiz de loco desespera, y se quiere mudar
a un condominio, a un planeta distante, a una manzana
a un árbol desgajado, a una campana, o a un mundo
donde imponga su dominio.
Pero llueve en la calle.
¿Qué designio le pudre al condenado su lasciva?
Ya no tiene antifaz
tan solo iba limpiándose los ojos.
¿Quién penetra y lo induce a cambiar
letra por letra
su última oración a la deriva?

¡Y si el reloj del parque se callara y no diera la hora
ni el minuto, si el sueño fuera un barco diminuto
que perdido entre olas naufragara?
¿Y si el reloj del parque lo embrujara
y le hiciera más cruel su lento paso,
el loco admitiría su fracaso?

Sonámbulo, se excita con la lluvia,
dialoga con la flor mientras diluvia
y ensaya su perenne salivazo.

¿Otra vez hay bullicio?
¿Qué desea cuando mueren las horas, cuando cubre
con su demencia el sueño de un octubre
trazado en la memoria, cuando vea
detenerse el adagio en la marea
y regresar de noche a las guitarras?
¿Y si el reloj pernocta sin amarras y deja de tocar?

En el camino hay un rastro de nubes y un molino
que intenta desprenderse de sus garras.
La calle está encendida.
En sus vidrieras el mundo se detiene.
¡Cuántas luces!
El aprendiz se inclina, está de bruces
espiando el olor de las maderas.
Son espacios comunes, madrigueras
para morder su mano.
El loco llora.
Mudo salto al cristal.
El loco ignora.
Sus piernas son de luz, el vientre infame.
Fantasmas de pared.
El loco lame
maldice y se desangra.
El loco implora medianoches sin lunas.
Poco alpiste y las aves se marchan al averno.
¿Para qué desnudarse en el invierno
si nadie piensa que la nada existe.

Fantasmas de pared.

El loco es triste,
le cimbra el armazón que lo amamanta
le escuece el salivazo en la garganta
y rumia de dolor en la escalera.
¿Y si el reloj del parque se cayera?

La ciudad se ha dormido.
El loco canta.





CARIDAD GONZÁLEZ SÁNCHEZ (LA ABUELA)
. (Santa Clara, 1945). Técnico medio en Bibliotecología. Ha obtenido premios y menciones en diversos concursos, entre ellos: Ala Décima (La Habana), “Antonio Hernández” (Caibarién) y “Limendoux” (Camajuaní); en el 2003 alcanzó el segundo lugar en el premio nacional de glosas “Alrededor del Punto”, convocado por la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé, en Las Tunas. Su primer libro, Décimas en D Mayor para violín y piano (Santa Clara: Editorial Capiro, 2002), se presenta como una suite donde se mezclan los sonidos musicales con la duda existencial, con las preguntas que se hace la autora –en la voz del sujeto lírico– acerca del destino, de los anhelos, la virtud, el optimismo... y un sinnúmero de preocupaciones, que pueden ser las propias o las de cualquier persona del planeta Tierra. Esta poetisa ha logrado insertarse, desde el taller literario, en el grupo de los poetas “publicados” y continúa por la vía de la superación, con la ganancia de premios en diversos certámenes decimísticos. Resulta, pues, un tanto excepcional que, a pesar de encontrarse Caridad González Sánchez entre las “mayores”, muestre atrevimiento y contemporaneidad en sus presupuestos composicionales desde su primer libro, hecho que ya sugería la evolución alcanzada en los años posteriores a su publicación.

(Fragmento de la investigación "La décima es un árbol: el movimiento ascendente de la décima escrita en Villa Clara a partir de 1959", de Mariana Pérez Pérez. Tomado del sitio La décima es un árbol).