viernes, 25 de febrero de 2011


Premio
Ala Décima
2011

Diatriba,
de Caridad
González Sánchez

Foto: Archivos de Mariana Pérez Pérez
















Obra de cerámica de
Reinaldo Mora, inspirada en el presente texto y destinada a la autora como parte del premio. Foto: Isbel Díaz Torres.










Diatriba


Caridad González Sánchez







Primer premio

XI concurso nacional
Ala Décima (2011)





JURADO:

Olga Lidia Pérez
Isbel Díaz Torres
Julio Alberto Cumberbatch






UN CANDOR HUMANO QUE NOS ARROPA


El destino humano, el divino misterio que somos, la vida... Los poetas hemos acudido una y otra vez al verso para explorar, compartir o sentenciar sobre el sortilegio de vivir o el desasosiego de una indagación que tal vez para suerte de la poesía perdura sin respuesta. /Yo soy. Yo quiero ser. Yo me desangro/, nos confesaba Borges, en su "Caja de música", y de igual modo afirmaba en otro poema que /vanos también son el temor, la duda.../

Caridad González, sin embargo, prefiere persistir en la búsqueda de su luz, o mejor, de su esencia y verdad, y nos va desgranando, transparente y sincera, sus desvelos, confesiones y pareceres en un único poema en décimas octosílabas, donde nos hace partícipes de ese afán, de sus angustias y certezas: /Nosotros, los de la alquimia volvemos a saludarnos y más allá de encontrarnos nos despedimos/.

Y a través de numerosas interrogantes, nos transmite a veces la zozobra, a veces la certidumbre, sin permitir que el pesimismo anide en el lector, a la vez que desarrolla un diálogo constante en el que nos sentimos aludidos sin remedio. Quizá porque no hay adornos excesivos en sus versos y también, porque logra emocionarnos y despertar el descifrador que somos, o descubrírnoslo.

"Diatriba" es un poema indagador, de honduras, coherente. Con él viajan las dudas, no las banales, sino aquellas que alientan la búsqueda infinita, y un candor humano que nos arropa.



Olga Lidia Pérez








Diatriba




¿Descubriré que la luz emite un tibio mensaje

y que el túnel es el viaje que se realiza a trasluz?
No siempre existe una cruz, no siempre se es
amazona no siempre habrá una encerrona de la vida
y por encargo.
Sin embargo, sin embargo…
no pienso que sea persona que deba algo al destino.
¿No habrá final, no habrá muerte o es que barajan
la suerte sobre el arpegio de un trino?
¿Descubriré que el camino no aporta ningún ultraje
y que el túnel no es anclaje inocente ni retorno?
La vida no es un bochorno ni es estúpido viraje.
Pero la lógica es pura
y es descendiente directa del designio.
Línea recta que choca con tu armadura.
¿Cuánto cuesta la amargura si no es permeable al
instinto? ¿Cuánto cuesta el vino tinto, a qué sabe el
pan, la sal? ¿Qué sueño se hace real, qué lo hace ser
distinto?


No es la vida, no es lo nuevo ni lo antiguo ni la bola
de cristal lo que me asola y deprime: es lo que llevo
en la piel y no me atrevo a decir. No es lo contrario
ni es el mismo itinerario ni lo inverso: es el perfume
de mis manos lo que asume volver
al mismo escenario y descubrir que la luz
no significa asidero ni el espacio duro y fiero
que martilla el arcabuz.
¿No habrá plumas de avestruz ni canticos en la
boda? ¿Nadie busca una pagoda construida de
abedules? ¿Nadie esconde en sus baúles lo
inconforme del rapsoda?


Quizás tuvimos razones, quizás nos fue concedida
esa luz en la partida para hacer las oblaciones
y conformar los blasones en un lejano universo.
Susurro de lo disperso.
Apocalíptica clave donde lo efímero cabe
bajo el ardid de otro verso.


Pero vuelvo al mismo punto y sigo el túnel brillante.
¿Qué me encontraré adelante, qué amenaza – me
pregunto? Y vuelvo hasta el mismo asunto una y
otra vez (sin prisas) y sigo aupando las brisas
irredimibles del ser; y me respondo: volver y volver
de mis cenizas.
¿Habrá otra vida después de la muerte?
¿Habrá otra vida, será la luz la embestida
Inhóspita del revés?


¿Alguien me pondrá a los pies
un mundo sin la metralla de las guerras?


La azagaya no me penetra, me lame.
Salve dios aquel que ame su impotencia.


Todo falla si tratamos de encontrarnos
tras la duda y la vendimia.
Nosotros, los de la alquimia
volvemos a saludarnos y más allá de encontrarnos
nos despedimos.
Nosotros, los de la alquimia
sin potros, sin animales de carga
más o menos y a la larga nos convertimos en otros
que descubren que la luz no emite ningún sonido
y que el túnel no ha podido sorprendernos.


¿No es la cruz la que inclina su testuz
no es el viento
no es la nave
no es la puerta
no es la llave
quien nos cierra la memoria?


¿Será la luz ilusoria?


Nadie sabe, nadie sabe.









CARIDAD GONZÁLEZ SÁNCHEZ (LA ABUELA)
. (Santa Clara, 1945). Técnico medio en Bibliotecología. Ha obtenido premios y menciones en diversos concursos, entre ellos: Ala Décima (La Habana), “Antonio Hernández” (Caibarién) y “Limendoux” (Camajuaní); en el 2003 alcanzó el segundo lugar en el premio nacional de glosas “Alrededor del Punto”, convocado por la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé, en Las Tunas. Su primer libro, Décimas en D Mayor para violín y piano (Santa Clara: Editorial Capiro, 2002), se presenta como una suite donde se mezclan los sonidos musicales con la duda existencial, con las preguntas que se hace la autora –en la voz del sujeto lírico– acerca del destino, de los anhelos, la virtud, el optimismo... y un sinnúmero de preocupaciones, que pueden ser las propias o las de cualquier persona del planeta Tierra. Esta poetisa ha logrado insertarse, desde el taller literario, en el grupo de los poetas “publicados” y continúa por la vía de la superación, con la ganancia de premios en diversos certámenes decimísticos. Resulta, pues, un tanto excepcional que, a pesar de encontrarse Caridad González Sánchez entre las “mayores”, muestre atrevimiento y contemporaneidad en sus presupuestos composicionales desde su primer libro, hecho que ya sugería la evolución alcanzada en los años posteriores a su publicación.

(Fragmento de la investigación "La décima es un árbol: el movimiento ascendente de la décima escrita en Villa Clara a partir de 1959", de Mariana Pérez Pérez. Tomado del sitio La décima es un árbol).

En el 2009, Caridad mereció el segundo lugar en el IX concurso nacional Ala Décima con su texto Albedrío, y en el 2010, el Premio Décimas para el amor Hermeides Pompa en el X concurso nacional Ala Décima con su obra El relojero y el loco. Otros acercamientos a su quehacer poético en los sitios Álbum nocturno y Arte poética. Rostros y versos, ambos del poeta salvadoreño André Cruchaga.