sábado, 28 de septiembre de 2013

Premio del V concurso de glosas Naborí



 
Vendimia y nido,
de Lilia Aurora
Machado Coello








A partir del 2009, la filial del Grupo Ala Décima en San Miguel del Padrón, municipio natal de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, rinde tributo al poeta con el concurso nacional de glosas que lleva su nombre. En esta quinta edición (2013) mereció el lauro el texto Vendimia y nido, de Lilia Aurora Machado (La Habana, 1964), graduada del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona en la especialidad de Español-Literatura. Se desempeña como especialista literaria en la Casa de Escritores y Artistas del municipio capitalino de Diez de Octubre, territorio en el cual es activista del Grupo Ala Décima. Por su obra poética ha recibido diversos reconocimientos. En el XII concurso nacional Ala Décima 2012 mereció el Premio del Grupo Décima al filo por su cuaderno Anne Sexton, y en abril de ese mismo año, en el XV concurso nacional de poesía Regino Pedroso, ganó el primer premio con un poema en décimas. También en el 2012, en septiembre resultó finalista en el IV concurso de glosas Indio Naborí, en noviembre le fue otorgado el Premio Toda luz y toda mía en el primer concurso nacional de poesía Alberto Acosta-Pérez, y en diciembre conquistó el Gran Premio del V concurso nacional Décima al filo con su obra Virginia Woolf. En febrero del 2013, con su cuaderno Rastro de esporas alcanzó el Premio Aniversario 20, segundo lugar del XIII concurso nacional Ala Décima.








Vendimia y nido




Vendrá mi muerte ciega para el llanto,
me llevará, y el mundo en que he vivido
se olvidará de mí, pero no tanto
como yo mismo, que seré el olvido.

Jesús Orta Ruiz




Vendrá mi muerte ciega para el llanto,
sin ojos para sombras desterradas;
vendrá mi muerte muda, por aladas
aureolas de espejismos, y mi canto
será el escudo terso de amaranto
del abrojo que afilo entre la arena
al borde del verano y encadena
mi crepúsculo gris de algún noviembre;
vendrá un calostro fiero que resiembre
la vida que perdí, quizás ajena.
Me llevará, y el mundo en que he vivido
olvidará mi canto, pero a veces,
junto a los panes diarios y los peces
atisbaré en silencio lo que he sido,
y el dolor para siempre resarcido
no escampará como antes, vagabundo;
su lluvia entre mis ojos será el mundo
y mi remanso eterno aquel lagar
donde bebí la muerte en mi remar
por los mares del vértigo profundo
hasta los pliegues táctiles que enredo
desde la voz hambrienta de mis ubres.
Escarbaré en mi sangre los octubres,
sus límites de estío contra el miedo
y mi sien hurgará hacia el sur del credo
rumbo al este, en la duda del amianto.
Partiré de mis ojos al quebranto
anocheciendo al bies del mediodía
y el mundo en el vivir de cada día
se olvidará de mí, pero no tanto.

Vendrá mi muerte atada a mi cintura
bregando en la osamenta de mis hambres;
vendrá, cual polvo exacto a las raigambres
de la sed de mis venas, y a mi albura.
Vendrá para llevarme a la aventura
del ignoto recuerdo que he perdido;
vendrá como vendimia y como nido
del ocaso en septiembre en que nací.
Vendrá, y me olvidaré de lo que fui
como yo mismo, que seré el olvido.