Vendimia y nido,
de Lilia Aurora
Machado Coello
de Lilia Aurora
Machado Coello
A partir del 2009, la filial
del Grupo Ala Décima en San Miguel del Padrón, municipio natal de Jesús Orta
Ruiz, el Indio Naborí, rinde tributo al poeta con el concurso
nacional de glosas que lleva su nombre. En esta quinta
edición (2013) mereció
el lauro el texto Vendimia y nido, de
Lilia
Aurora Machado (La
Habana, 1964), graduada del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona en la
especialidad de Español-Literatura. Se desempeña como especialista literaria en
la Casa de
Escritores y Artistas del municipio capitalino de Diez de Octubre, territorio
en el cual es activista del Grupo
Ala Décima. Por
su obra poética ha recibido diversos reconocimientos. En el XII
concurso nacional Ala Décima 2012 mereció el Premio
del Grupo Décima al filo por su
cuaderno Anne
Sexton, y en abril de ese mismo año, en el XV
concurso nacional de poesía Regino Pedroso, ganó el primer
premio con un poema en décimas. También en el 2012, en septiembre resultó finalista
en el IV concurso de glosas Indio Naborí, en noviembre le fue otorgado el Premio
Toda luz y toda mía en el primer concurso nacional de poesía Alberto
Acosta-Pérez, y en diciembre conquistó el Gran
Premio del V concurso nacional Décima al filo con su obra Virginia
Woolf. En febrero del 2013, con su cuaderno Rastro
de esporas alcanzó el Premio
Aniversario 20, segundo lugar del XIII concurso nacional Ala Décima.
Vendimia y nido
Vendrá mi muerte ciega para el llanto,
me llevará, y el mundo en que he vivido
se olvidará de mí, pero no tanto
como yo mismo, que seré el olvido.
Jesús Orta Ruiz
Vendrá mi muerte ciega para el llanto,
sin ojos para sombras
desterradas;
vendrá mi muerte muda, por
aladas
aureolas de espejismos, y mi
canto
será el escudo terso de
amaranto
del abrojo que afilo entre
la arena
al borde del verano y
encadena
mi crepúsculo gris de algún
noviembre;
vendrá un calostro fiero que
resiembre
la vida que perdí, quizás
ajena.
Me llevará, y el mundo en que he vivido
olvidará mi canto, pero a
veces,
junto a los panes diarios y
los peces
atisbaré en silencio lo que
he sido,
y el dolor para siempre
resarcido
no escampará como antes,
vagabundo;
su lluvia entre mis ojos
será el mundo
y mi remanso eterno aquel
lagar
donde bebí la muerte en mi
remar
por los mares del vértigo
profundo
hasta los pliegues táctiles
que enredo
desde la voz hambrienta de
mis ubres.
Escarbaré en mi sangre los
octubres,
sus límites de estío contra
el miedo
y mi sien hurgará hacia el
sur del credo
rumbo al este, en la duda
del amianto.
Partiré de mis ojos al
quebranto
anocheciendo al bies del
mediodía
y el mundo en el vivir de
cada día
se olvidará de mí, pero no tanto.
Vendrá mi muerte atada a mi
cintura
bregando en la osamenta de mis
hambres;
vendrá, cual polvo exacto a
las raigambres
de la sed de mis venas, y a
mi albura.
Vendrá para llevarme a la
aventura
del ignoto recuerdo que he
perdido;
vendrá como vendimia y como
nido
del ocaso en septiembre en
que nací.
Vendrá, y me olvidaré de lo
que fui
como yo mismo, que seré el olvido.
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