domingo, 9 de septiembre de 2007


Premio Ala Décima
en el X concurso
Regino Pedroso 2005

Lazarillo de luz,
de Jorge Luis
Mena Lorenzo





Desde el 2004 el Grupo Ala Décima entrega un premio especial al mejor poema concebido en décimas en el concurso nacional de poesía Regino Pedroso, que convocan anualmente el periódico Trabajadores,
la Central de Trabajadores de Cuba, el Instituto Cubano del Libro y el Centro Nacional de Casas de Cultura.

En su segunda entrega, correspondiente a la décima edición de ese certamen, mereció el lauro decimístico en el Regino Pedroso el poema Lazarillo de luz, del joven poeta Jorge Luis Mena Lorenzo, nacido en 1969, residente en Consolación del Sur, Pinar del Río, Máster en Ciencias de la Educación y profesor de Física en la sede universitaria de esa provincia. Por su obra en versos, Jorge Luis ha recibido varios reconocimientos. Tiene un decimario publicado, Paisaje interior, en el 2003 por Ediciones Loynaz. Dirige el grupo de escritores de décimas Imagen interior, en la localidad donde vive.




Lazarillo de luz


...Y yo te cantaba mis tonadas verdes de cañaverales...
Jesús Orta Ruiz




Soy el padre que le canta al ángel que ya no existe
con un trozo de aire triste anudado en la garganta
soy la cruz que se levanta sobre el peso de la cruz
soy
la ausencia
toda luz,
del ángel que fue a lo ignoto a jugar, y entró en el roto
palacete
de
Jesús.


II

Distancia, pasión de juegos donde se oculta lo triste,
un ángel travieso insiste en desoír tantos ruegos.
Reclamo vivo, andariegos fantasmas tras la cortina
cucharas,
platos,
vitrina,
un ángel ronda el hogar y un padre se echa a llorar
con
lágrimas
de
neblina.



Usted puede comunicarse vía email con Jorge Luis Mena mediante este enlace con su dirección: jorgel@vrect.upr.edu.cu


sábado, 8 de septiembre de 2007


Premio Ala Décima
en el II concurso
Décima al filo 2005

Endechas del no elegido,
de Ana Rosa
Díaz Naranjo


Desde el 2005 el Grupo Ala Décima entrega un premio especial al mejor cuaderno de autora joven en el concurso nacional Décima al filo, que convoca cada dos años el grupo de mujeres decimistas de igual nombre.

En aquella primera entrega, correspondiente a la segunda edición de ese certamen, mereció el lauro de Ala Décima la obra Endechas del no elegido, de la poetisa, narradora y actriz Ana Rosa Díaz Naranjo (Albita) nacida en Las Tunas en 1973, con varios reconocimientos recibidos por su obra en versos. Tiene publicados el plegable Invocaciones al infinito y su libro de poesía Pasos en el borde por la Editorial Sanlope. A continuación, el cuaderno entonces premiado.




Endechas del no elegido



Endechas del no elegido


Estoy llorando encerrado en la mazmorra de mi nombre.
Rabindranath Tagore


Sobre cuál balanza el mundo
conjura todos mis males
Dónde rompo los cristales
del prisma donde me hundo
No sé quién soy y confundo
abismos ensoñaciones
simulacros oraciones
dioses demonios relente
Melancolía es un ente
saturado de estaciones
Y mis ojos son la diana
donde clava el universo
sus dardos
Tras mi reverso
sólo búsqueda ventana
abierta al ocaso Vana
ilusión
Dí mi costilla
y mi auxilio es una astilla
en el vientre de Lilita
who do I share my hell with
si estoy rodeado de arcilla
Soledad foso Daniel
remiendo la misma historia
Babilonia es una noria
y yo sigo sin cordel
para librarme sin piel
para moldear el deseo
Soy cara o cruz Soy Teseo
No estoy seguro del viaje
Soy quizás un abordaje
de conciencias y Morfeo
converge al otro confín
de mis dudas Todo junto
mezclado tras el presunto
rostro del tiempo
Sin fin
vuelven las palabras in
nomine patris…
la duda
crucifica esta desnuda
razón de encontrarme verme
salir del foso perderme
lejos fuera de esta cruda
realidad que me desvela
Y bebo en los laberintos
amaritudes instintos
muros tormentos… Qué vela
para dar luz
Quién revela
sus ardides si distante
viajo -caballero- Dante
sin gloria ni corazón
Me han desterrado Oh Sión
hacia el cuerpo fulminante
del destino
Nadie acude
Un César no necesita
de una mano
Siempre hay cita
con la muerte quien desnude
mis miserias cuanto sude
la infinidad de estos huesos
Mis leones están presos
Estoy solo
Me consumo
Letargo máscaras humo
Rezos rezos rezos rezos…



Insostenible la muerte


Contra ese tiempo posible me fortifico por adelantado con el conocimiento de mi propia insignificancia.

William Shakespeare


Tanta inmensidad y voy muriendo convertida en un retazo de abandono
con el beso del olvido tras la fiebre y un absurdo sol que me reclama
Tanta inmensidad y me distraigo en quién habita a plenitud con esta llama
que nos lanza como fichas al tablero del capricho por preñar su encono
Y aquí sigo sin Dios a piel abierta incrustada a la maldad sin paz ni trono
donde alzar la frente a salvo del abismo Voy sin rumbo siempre agonizante
siempre atada al improperio de mi estirpe con el alma a cuestas sin un Dante
que me salve del destierro Soy un sorbo de espanto que lleva el cuerpo triste
a la hoguera Nadie escapa de la historia del tablero Ahora mi voz viste
de tinieblas Voy muriendo… qué ironía Tanta inmensidad para un instante



A espaldas del minotauro


No hay espectros sólo yo
tras el vidrio
Todo miente
sin dioses magos
Ausente
alguien que el cielo parió
de un piano que no existió
se burla
Soy el acorde
del enigma
Aunque me aborde
yo resisto la estocada
de la pared solapada…
y sigo aquí sobre el borde
Irrumpo en mi fantasía
vuelvo al espejo al temblor
o al sismo en el interior
de mis ojos
Qué agonía
la siniestra lejanía
mi esqueleto donde ocultan
las oquedades…
Sepultan
transparencias las confundo
de espaldas me vuelvo al mundo
entre incógnitas
Me insultan
escurren mi desnudez
con un grito
Cuántas redes…
Mientras quiebro las paredes
mueren lunas a mis pies
Y ancestral la morbidez
al salir hunde su risa
desaforando esta prisa
Son FANTASMAS y destejo
mis párpados del espejo
Otro yo se aterroriza
Espío luz en el músculo
de otra lengua en los cristales
y retornan manantiales
apariciones crepúsculo
Qué mordida
Qué minúsculo
carretel para salvarme
Qué letargo adivinarme
entre dos mundos y un hilo
Tras el estruendo me asilo
Qué soledad es quedarme




Vereda hacia el olvido


Los gigantes no fueron ilusión
ni estaba delirando el caballero
su credo lo condujo al desafuero
que produce la ausencia de razón
Porque en todos cohabita una legión
de ángeles demonios y serpientes
un destino que lleva entre sus dientes
el último chasquido del orate
Un Sancho entre molinos se debate
desconoce la paz de los ausentes
Desconoce que la filantropía
va del brazo del bien a dar su cuota
de justicia de amor que la derrota
es un hecho fingido en demasía
Pobre Sancho no sabe de utopía
no entiende de letargos ni quimeras
desconoce a su amo entre las fieras
voluble refugiándose en su adarga
Contra el mal de esta vida tan amarga
andante caballero sin fronteras
La locura cifrada en su cabeza
por los libros -cenizas del encono
al tablero infinito y su abandono
es legado sustancia que no cesa
de acercarnos la cruz o su grandeza
para de golpe abrir el escenario
aquí se nos desglosa el obituario
brindándonos su ciclo babilónico
y vuelve a surgir Dios o su antagónico
mirar hacia un futuro imaginario
Quién pudiera romper esa burbuja
temporal sobre el duelo de sus hombros
la palabra con filo en sus asombros
o la luz que su sombra le dibuja
Nadie puede volver desde su aguja
a perderlo en el llanto de otra edad
El Quijote los pies de mi orfandad
La locura doctrina hasta el cansancio
para olvidar un poco el mundo rancio
que da la insoportable levedad

Vencido entre la niebla del Quijote
va Sancho diligente hacia el presagio
a realzar su cordura en el adagio
que la vida ha sembrado con su azote
Y yo sin derrotero busco el trote
vereda hacia el olvido agonizante
buscando dirección en Rocinante
o el duelo del ilustre en mis ancestros
Hoy soy la letanía los siniestros
deslices que sostiene el caminante
cuando falta una estrella a su simiente
El pandemonium viene y nos abraza
provee de tormentas la coraza
y anima el laberinto de la mente
entonces me deshago piel y diente
me tumbo en la glorieta del olvido
y desde mi catarsis a Dios pido
le dé una luna nueva a mi dolencia
consiga entretejer mi indiferencia
y vuelva a renombrar mi cometido
pues el monstruo ha ganado la batalla
he perdido el contacto con la piedra
y aunque el alma ascendió como la hiedra
no soy Dios ni me ampara una muralla
He deshecho esta suerte por si estalla
un pedazo de mí y encuentro el hilo
que me vuelva a la piedra donde en vilo
falleció mi esperanza contenida
y libere por fin la sacudida
del encierro feroz donde me asilo



Resurrección del ángel



Nadie mejor para mover las últimas murallas
las que sajaron mi piel en los confines azules
nadie mejor para hacer retoñar los abedules
que desfilaron ayer pregonando tus batallas
Porque no existe otro talud que el lodo donde estallas
donde reencuentras el fruto fugaz de mi desvelo
Nadie mejor que resucite mi alma del deshielo
y reproduzca un solsticio en el ojo de la espera
Tú y sólo tú protegerás mi piel en tanto muera
este temor de saberte extraño ante mi vuelo

Porque mi próxima ciudad hará del torbellino
su bumerán el arma del momento impostergable
y mi nombre en la maleza será como ese sable
que sacude este recorte del más allá en camino
Qué agonía para el ángel prendado a su molino
al frenesí al deseo de sobreanidar lo intacto
el alma ha de posponer el terror pues en el acto
desplegaré mis alas esta vez con otro nombre
pero tú sí sabrás reconocerme no te asombre
la suave nitidez con que me elevo no refracto
otra cosa que el triste regocijo hecho ternura
como una ninfa atada al abandono de su suerte
A pesar del azul la noche... tu sed o mi muerte
el cerco se resume en los sentidos. Nada apura
siempre he sido un ángel y mi destino todo augura
desde el comienzo Supe amar el trono Soy esta hoguera
que desabriga remembranza de otra primavera
a fines de septiembre Un trozo de mi calendario
hará de nuestra unión la claridad y un relicario
guardará mi zozobra hasta la próxima frontera




Conversación frente al mar


¡Cuánto penar para morirse uno!
Miguel Hernández



Ves Cuasimodo qué gris
se torna el cielo en tu mano
cuando todo se hace vano
y el amor es cicatriz
de antiguos bienes país
lleno de lides y llamas
hombre-pez con sus escamas
a la intemperie
Y el mar…
Dónde erigir el altar
in solidum pero aclamas
austeridad y quietud
El desarraigo es arena
y playa tras la condena
de nuestros nombres laúd
que aumenta esta multitud
de cantigas
Dónde escondo
mis raíces
Yo sin fondo
Insaciable testaferro
fragua de sol donde encierro
otras culpas el trasfondo
para quebrar esta historia
donde el principio fue luz
He visto morder la cruz
de nuestras almas
La gloria
es promesa transitoria
para otros buen amigo
Miro el mar y no consigo
marcar las aguas su curso
es el único recurso
que nos sirve de testigo

Y en vano teje el destino
sobre mi alma el cordel
de Ariadna
Soy timonel
que desconoce el camino
a lo eterno
Así devino
la soledad Cuasimodo
Pudiste haber sido Frodo
Adonis Sancho Morfeo
Ulises o Prometeo
con su luz pero el recodo
conduce a la misma grieta
a los círculos de Dante
Soy la fe del caminante
con el ojo del profeta
Cuasimodo la saeta
se fija al lado más triste
de nuestro andar Dios no asiste
a nuestras premoniciones
Sin luna van las naciones
aunque la locura embiste
y nadie escucha tu llanto
los acordes de esta tierra
que fenece ante la guerra
del desamor

Cuanto espanto
Cuasimodo nuestro canto
se apaga ante el desafuero
de los hombres mi sendero
se hace oscuro y esta lluvia
inexorable diluvia
sobre el trono donde muero

Ves Cuasimodo que el mundo
es un volcán que su lava
es compartida y no acaba
con el ritual donde fundo
mis temores que lo inmundo
apenas nos abandona
que lo perfecto es la zona
inexistente del bien
y esta esperanza un sostén
que jamás se nos perdona

Cuánta angustia en este pecho
lleno de asombros y dudas
el presagio cuando sudas
la intensidad del asecho
Voy famélica de un hecho
detrás de la soledumbre
y rasuro esta costumbre
desangrando mi orfandad
para urdir la eternidad
desde el principio a la cumbre




Del tiempo


Ya doblegan los jinetes las puertas de nuestro anhelo
y los clamores no bastan para la cruz capital
Las palomas han huido se ha secado el manantial
que nos mantenía intactos ante la furia del cielo
Esta vez no habrá salida esta vez comienza el duelo
Perdición llanto estiletes sombras frialdad letanía
nos matarán los asombros ya no habrá filantropía
para salvar el conjuro que nos donó la simiente
Quiénes somos dónde estamos y Dios pasa indiferente
Cómo evadir tanta culpa
Cómo hacer que vuelva el día
si un mundo loco allá afuera sobre su alfombra descansa
y se pierde entre celajes la eternidad del ayer
los sueños de antaño fueron caricias para encender
luna o sol a nuestra esencia pletórica de esperanza
Mas cada puerta es un muro que nos hiere la bonanza
y cabalgamos sin ruta los límites de esta vida
vamos hacia otros confines desnudos y no hay salida
porque el destierro divide las luces del paraíso
Sólo si fuéramos dioses sudáramos el hechizo
que nos brotó en las entrañas con la primera embestida

viernes, 7 de septiembre de 2007


Premio
Ala Décima
2005


Poema inconsciente
,
de Freddy Laffita












Porque en mi ciudad hay pozos cerrados con recias llaves… Óleo sobre tela, 60 x 80 cm, de Carlos Rafael Vega, miembro del Grupo Ala Décima, inspirado en este texto y entregado al autor como parte del premio.





Poema inconsciente


Freddy Laffita López




Primer premio

V concurso nacional
Ala Décima (2005)


JURADO:

María de las Nieves Morales
Leonel Pérez
Karel Leyva



COLGADO DE
LA LUZ


En el año 2000 tuve la oportunidad de integrar el jurado del concurso Décima Joven de Cuba, convocado por la Casa Iberoamericana de la Décima de Las Tunas. Un escritor de esa ciudad, Osmany Oduardo, obtuvo merecidamente el premio con un logrado conjunto de veinte décimas titulado Poema consciente. Luego supe que Osmany había querido responder con aquel texto a otro de similar estructura, escrito por su amigo el poeta tunero Freddy Laffita. El poema de Freddy, bien conocido y apreciado por sus coterráneos, permanecía inédito y yo regresé a La Habana sin tener la ocasión de leerlo.

Cinco años después, el concurso nacional Ala Décima me da el privilegio, junto a los poetas Leonel Pérez Pérez y Karel Leyva Ferrer, de premiar por unanimidad la obra Poema inconsciente, del talentoso y persistente escritor Freddy Laffita, así como la agradable tarea de prologarla.

Si entre los objetivos de un prólogo se encuentra, según creo, motivar al lector hacia la obra en cuestión, me alegra decir que en este caso dicha labor proselitista es totalmente innecesaria. “No me rodee la gente”, comienza diciendo el poeta y, paradójicamente, el público queda atrapado en las redes de una sucesión de imágenes imperativas y desgarradas. Y digo el público porque eso logra hacernos sentir Freddy con un discurso vivo, lleno de transiciones emocionales a la manera del monólogo teatral, donde las metáforas juegan a hacer crecer y decrecer el tono como si estuvieran respondiendo de antemano y con perversa exactitud a las sensaciones del que lee. Dice “…no tengo ríos/ para mi sombra…”, y el papel se inunda; dice “…hay dos truncas/ divinidades que sigo…”, y volvemos la vista; dice “…no puedo ser ángel, puerta…”, y abrimos la página para salvarlo y salvarnos con él.

No hay en Poema inconsciente devaneos estructurales, ni artificios. Tampoco las transgresiones formales que tanta frescura y originalidad aportan (aunque no en la totalidad de los casos) a la décima cubana actual. Freddy apuesta –y muy acertadamente- a la potencia explosiva de la palabra y propone una estampida de veinte décimas octosilábicas a puro pulmón, que contienen y desbordan al ser humano actual con todas sus miserias y esperanzas, sin necesidad de apelar a una envoltura más compleja. Abundan, sin sobrar y sin alardes de intelectualismo, las referencias culturales más diversas: al llamado del poeta acuden Whitman y Cellini, Judas y Vallejo, Dylan y Van Gogh, y una Virgen María tratada, al decir de Benedetti, “con irreverencia y gratitud”.

Pero no importa si el lector conoce o no a profundidad estas referencias, por encima de ellas el verso sacude y estremece, desviste dolores y desgarraduras que nos parecen propios y nos levanta en vilo hacia la búsqueda interior de un mundo al cual pertenecer.

Enhorabuena a Freddy por su merecido premio y enhorabuena también a quienes tendrán la suerte de enfrentarse a las páginas que siguen. Por mi parte le tomo la palabra al autor y escribo urgente: en estas décimas está el poeta dejando toda su sombra en cada línea para quedar junto al lector, inevitablemente colgado de la luz.

María de las Nieves




Poema inconsciente


No me rodee la gente.
Apague usted esa cruz.
Que me cuelguen de la luz.
Soy un paria. Escriba urgente:
yo quiero morir de frente
sobre la espalda del día.
Yo quisiera ser la fría
mañana que en París llueve.
Yo quisiera ser las nueve
y en los pechos de María
beberme la eternidad.
Quisiera sobrevivir
de pronto, reconvertir
el vino en agua, ciudad;
hacer de mi soledad
multitudes, o en defecto
ser el futuro perfecto
que se ha perdido en gramática.
Comprendan, pues, mi dramática
situación –sigamos recto-
y no me digan que hay cosas
prohibidas o en verso libre.
A quien de soñar me libre
le diré que hay caprichosas
verdades: yo he visto rosas
inútiles y jardines
donde lobos y delfines
respiran un mismo acento.
Allí vi a padre; iba lento
como dios a sus confines
majestuosos, donde yo
no puedo ser ángel, puerta
ni portero, ni esa muerta
cuchara donde llamó
tres veces mi muerte y no
le respondieron los grillos.


La muerte es blanca y sus trillos
se esconden en las navajas
de la luna, en las rodajas
limoneras con huesillos
de guitarra, en las mujeres
que hacen el amor los mayos
de cada mes, con los tallos
olímpicos y las eres
rarísimas. Ciudad: eres
lo que digo: débil, santa…
Porque tu calle amamanta
esta saliva de idiota.
Porque yo soy una gota
de la espina que atraganta
cientos de ahogados por el
velamen de los navíos.
Porque yo no tengo ríos
para mi leche y la miel
se ha marchado en sexo y piel
de bárbaros muy honrosos.
Porque en mi ciudad hay pozos
cerrados con recias llaves
enormes y guardan naves
donde viajarán dichosos
los niños, sin saber nada
de límites, ni del plectro
redondo con que el espectro
de sus dichas sin mirada
toca la tierra cuadrada
por mis cartabones rotos,
por mis controles remotos
sucios de luz y tinieblas.
Porque no es cierto que hay nieblas
ni Londres y doy mis votos
de que es cierto que París
no existe, sólo un reflejo
donde no llueve y Vallejo
escribe un soneto gris.
No existe el mundo. Beatriz
no hace falta en esta hora
crucial donde mi demora
puede ser determinante.


Ridículo ser, Andante
Caballero: ya tu aurora
viene, ponte el desayuno;
amárratelo, ve un rato
a comer de tu zapato.
Vendrá otra noche. Si alguno
llega a ser dos, ya es ninguno.
Pero lamerá la flor
de aguas y hormigas y Amor
le dirá: “Vente mañana,
cuando acabe tu ventana
su cruel dictado y error
tras error te dé la suerte
el manso beso de Judas”.
Porque sé también que sudas,
el Hombligo a cuestas. Fuerte
sudas hasta que despierte
tu cama y te traiga sueño.
Yo sé bien tu desempeño,
que eres hijo de tu madre
y que, por cierto, eres padre
de tu hijo; que en tu ceño
se ha posado una orillita
del abismo y que en tu luto
ha tropezado un minuto
de rencor. Hombre, medita:
la ciudad es infinita.
También Walt Whitman buscaba
con ojos malos y hallaba
salmos en el Mississippi.
Bob Dylan quiso ser hippie
y sin embargo cantaba
como un ciervo de metal
por sus alcobas y huía
de las ranas, porque había
que ser tan puro y fatal
como el hueco que el cristal
abre en las franjas azules
de los muertos. No deambules
como Van Gogh por la oreja
del cuchillo y silba, deja
la nieve a los abedules.
Tú besa, besa los pies
de la piraña, sé útil.
Besa bien, porque es inútil
besar. Por eso, después,
tendrás tu parte en la mies
y en el Gran Horno de Fuego.


Oh, Cellini: dadme un juego.
Soy un niño. Quiero un tanque.
Quiero hundirme en un estanque
de palomas e irme luego
por el verde escalofrío
de las madres, por la ropa
que era huérfana y la copa
del sombrero que no es mío.
Dadme calor y si hay frío
dádmelo a mí que soy pobre
como el invierno, que sobre
la cabeza llevo altura
cortada como criatura
de aceite y de agua salobre.
Yo quiero estar con el ojo
curvado del viento norte.
Yo quiero estar con la corte
mofándome de ser cojo
como un bípedo, estar rojo
y no ser sino esa franja
de jugo o aquella zanja
donde Lorca se comía
las uñas por la agonía
de no ser una naranja.


Quisiera ser, en sustancia,
dichoso, pero no quiero
para mi sino el postrero
disparo, esa fiel fragancia
de pólvora que ya escancia
charcos de sombra en la urdimbre
sin volumen y en el timbre
prodigioso de las aves.


Vienen días, l e j o s, g r a v e s…
Y quisiera ser de mimbre,
dejarme crecer la barba
como los dioses, ser ágil
aunque el tiempo -el tiempo frágil-
olvide que soy la larva
del tiempo. Ya el mundo escarba
con una pezuña triste
en los roperos, existe
materialmente, se oxida,
tiene madre, dice vida;
la asume como quien viste
su primer último traje
mientras yo canto canciones
sin morir, sin más razones
que andar de paso en mi viaje
por las galaxias. ¡Qué ultraje
ser poeta! Pero os digo:
hay células en el trigo
que no os conocen, hay nuncas
inhóspitos, hay dos truncas
divinidades que sigo
temiendo, siempre temiendo
como debe ser. Por tanto
no he dicho nada -soy santo.
Sólo dije, resumiendo:
Oh, padre, me estoy muriendo.
Cuál es mi culpa si sé
que a nadie importa mi fe,
si sostengo el aire grácil
porque morir es tan fácil
pero escuchen: quiero que
no me rodee la gente.
Apague usted esa cruz.
Que me cuelguen de la luz.
Soy un paria. Escriba urgente:
yo quiero morir de frente
sobre la espalda del día.
Yo quisiera ser la fría
mañana que en París llueve.
Yo quisiera ser las nueve.
Y en los pechos de María.

sábado, 1 de septiembre de 2007


Premio Ala Décima
en el IX concurso
Regino Pedroso 2004

Alegato del epígono,
de Isbel Díaz Torres




Desde el 2004 el Grupo Ala Décima entrega un premio especial al mejor poema concebido en décimas en el concurso nacional de poesía Regino Pedroso, que convocan anualmente el periódico Trabajadores, la Central de Trabajadores de Cuba, el Instituto Cubano del Libro y el Centro Nacional de Casas de Cultura.

En aquella primera entrega, mereció el lauro decimístico en el Regino Pedroso el joven poeta Isbel Díaz Torres, nacido en Pinar del Río en 1976 y actualmente especialista en Informática de la Dirección Municipal de Cultura en Plaza de la Revolución. A continuación, el poema en décimas entonces premiado.



Alegato del epígono


Fundar algo entre nosotros, desde lo más humilde a lo más ambicioso, ha sido siempre una faena incierta.

Cintio Vitier
(Decimoséptima Lección
Lo Cubano en la Poesía)



Me inflaman los versos tristes de Heredia, Plácido y Luisa. Martí con su voz me atiza en el pecho los alpistes del amor. Me nacen quistes y se instalan en mi pluma. La palabra se me esfuma tras los versos de Florit. Ballagas en el cenit de su silencio rezuma.

La noche, lenta, baraja de la noche los regalos. Zenea juega los malos naipes contra su mortaja como un condenado. Baja rumorando hacia la orilla. Casal ofrece la silla a un verso que lo devora muy lento, como la flora de lo nocturno en su hebilla.

¿Si mis muertos no están muertos puedo sus nombres borrar?
¿puedo?
¿quiero?

Sin altar tengo los cielos abiertos, tengo un árbol sin injertos, ingrávido para el semen de mis sombras. A eso temen (a esa sustancia) mis dardos, temen que en vez de leopardos prendan chispas que los quemen, prenda la efímera vela su pabilo en los dos polos: dos fuegos quemando solos un cuerpo vil, sin tutela.

¿Dónde martillo la espuela que desangre el Verbo Eterno? Sin Dios no existe el averno, sin averno, no hay dolor. ¿Qué ciudad fundo, Señor, qué ciudad, si no hay invierno?

Si no fuera por la nieve de Fina cayendo dulce... si no existiera quien pulse del polvo la orquesta breve -sólo Eliseo se atreve-... sin los finos animales de Lezama, sus modales...

¿dónde escancio mis botellas? ¿dónde bojeo las mellas de mis puños radicales?

Libertad. Sí. Albedrío. Pero no orfandad, ni miedo. No quiero evitar (ni puedo) decir “otro”, decir “frío”. Si el vocablo ya no es mío, míos sí son los ardores del poema, los olores que madrugan en mis lentes.

Siempre son otras las fuentes: de otros sean los honores.