domingo, 22 de junio de 2008


Premio Ala Décima
en el IV concurso
Décima al filo 2008

Puertas,
de Maribel
Monzón


Desde el 2005 el Grupo Ala Décima entrega un premio especial al mejor cuaderno de autora joven en el concurso nacional Décima al filo, que convoca cada dos años el grupo de mujeres decimistas de igual nombre.

En su tercera entrega, correspondiente a la cuarta edición de ese certamen, mereció el lauro de Ala Décima la obra Puertas, de la poetisa Maribel Monzón Rosado, nacida en Cienfuegos en 1973, Licenciada en Lengua Inglesa y estudiante de la maestría en Educación, con varios reconocimientos recibidos por su obra en versos. Cultiva también la décima improvisada. A continuación, el cuaderno entonces premiado.







Puertas




La voz firme irresoluta
dicta callar sentimientos
Quién es la voz
Si los vientos
amenazan en disputa
La gravedad de la fruta
sobre mi nostalgia ordena
Calla tu sangre oxigena
Despréndete
Vive
Salta
de esa altitud que te falta
condena todo
Condena

Cerrar la puerta
Qué absurdo
Por qué clausurar la puerta
Preciso quedarme alerta
En el altar de lo burdo
no rezo solo me aturdo
Tiembla el umbral
Me concentro
Cómo ignorar que allá adentro
perecerán ilusiones
en vanas oscilaciones
de la periferia al centro

Vuelve la voz mas la voz
ahora es otra es un adagio
sutil densidad de un plagio
viviendo callada en los
enigmas
Escucho a Dios
gravitando en los despojos
Puedo saltar de tus ojos
tragándome la diatriba
No cierro nada
Estoy viva
oigo un ruido de cerrojos

Es la voz que vence puertas
es el ángel son los vientos
Nadie calla sentimientos
sobre mis cumbres desiertas
yacen ilusiones muertas
Preciso decir Hosanna
vuelve la luz y mañana
cuando el alma se renueve
en mi pared por si llueve
solo quiero una ventana

Gime el tiempo en la diatriba
Muero de vivir a solas
El mar permuta sus olas
con Dios y mora allá arriba
Agua salobre en la criba
de los números inversos
Hay agujeros de versos
que tragan constelaciones
y hay ecos en los rincones
que se nos vuelven perversos

¿Qué hacer si ya no hay cerrojos?
Pululan sobre Distancia
aljófares en la estancia
de una ventana sin ojos
Estoy sobre los despojos
de un epitafio que augura
la aridez de su ruptura
Me quedo absorta
¡Qué pena!
El mar es una sirena
que se tragó la bravura


II

Temblor de labios
¿Me nombras?
Beso el cáliz de la cruz
quiero tu sol mi altramuz
no vive con estas sombras
”La vida no tiene alfombras”
Lúgubre epitafio breve
sobre la tumba se atreve
a gritar desde el silencio
¿Soy yo misma?
Me sentencio
desde mis entrañas
Llueve

Esta lluvia que ahora llueve
taciturna y predilecta
Esta lluvia es una secta
religiosa que se mueve
en una catarsis leve
salpica la encrucijada
de mi ventana mojada
inunda mis ansias rotas
soy susurro entre sus gotas
esta lluvia es todo y nada

Muero
Vivo
Vivo
Muero
me escapo mas me sorprenden
otros guardianes que emprenden
fuga del mismo usurero
el tiempo cruel garrotero
me sorprende en la emboscada
Ansia de luz desbocada
en mis corceles se frustra
busco la alquimia que lustra
el fulgor de otra estocada

Muero
Llueve
Resucito
a mi refugio solaz
vuelve tu efluvio falaz
”dicen que todo está escrito”
En la hecatombe del mito
agoniza el mismo fuego
que hunde en el sopor mi ego
Busco a tientas la salida
y oigo una voz repetida
Game over final del juego

domingo, 15 de junio de 2008

Tercer lugar
VIII concurso
Ala Décima

2008

Óleo para
un meditabundo
,
de Pedro Juan Medina




JURADO:

María Eugenia Azcuy
Luisa Oneida Landín
Osvaldo Padrón





Óleo para un meditabundo


Pedro Juan Medina





Por el camino de gravillas

A Jonstein Gaarder

...a veces abre sus dos
alas y ve los reveses,
yo me suicido mil veces
solo para ver a Dios..

Carlos Esquivel Guerra


Sobre el camino alguien niega
los sucesos y la niña
que fui —con su madre— aliña
las dudas; alguien navega
conmigo sobre esta ciega
génesis del mundo. Atroz
he oscurecido entre los
arbustos, supe que el seto
lejanamente, discreto
a veces abre sus dos
párpados y así me obliga
a proseguir. En su estrecha
soledad siempre me acecha
cuanta imagen a la espiga
viene a otoñar; me castiga
el sitio donde envejeces
padre, no sé cuántas veces
el páramo es un tapiz
nocturno que sube a mis
alas y ve los reveses
del prójimo; solo anhelo
la lucidez que él me pueda
conceder si me remeda
un ocaso.
Bajo el cielo
el camino de desvelo
aprende a morir, qué jueces
serán mis pies si las nueces
del alma crujen, no ahorque
este pensamiento, porque
yo me suicido mil veces,
pero no encuentro la ruta
hacia la verja, quien halla
su silencio siempre estalla
de incógnitas. Algo enluta
nuestro asombro y se disputa
lejos la muerte, ¿alguien nos
perdona?, por qué su adiós
dejó que otro cuerpo arrulle,
qué verdad se prostituye
solo para ver a Dios.




Carta para convencer a Van Gogh de su cordura


Hermano Van Gogh:
te escribo desde muy lejos, aquí la noche no llega, si no me respondes recibo tu silencio, si estás vivo fue porque tampoco pude esbozar a quien elude nuestra demencia; no pienso que la humildad de algún lienzo sea el brazo que nos escude.

Van Gogh, la noche amordaza sus ojeras, qué armonía ha tenido la osadía de alucinarte. Ahora pasa algún girasol, me abraza como nunca aunque conmigo siempre estuvo, apenas digo que tu pincel desde un falso tapiz me observa; a quién alzo la voz y un trigal bendigo.
Quizás la suerte suceda cuando encuentres quien te hechiza, dispara a su escurridiza luz, hazlo que te conceda la gloria, solo nos queda fallecer. Alguien ensalma mi ascenso, pero con calma no lo escucho.
¿Tuvo suerte la bala que te dio muerte?

Vincent, hasta luego,

tu alma.




Plegaria al dorso de la vida

Nombre pequeño que ilumina todo.
Manuel A. García Alonso


Nombre pequeño que ilumina todo
ayúdame a atizar cada pregunta,
la sinagoga es solo mi presunta
sospecha: ¿cuántas veces de algún modo
renuncia a mis rodillas y al beodo
calvario donde sufre su cobarde
integridad?
Pienso que es un alarde
de fe todo milagro concebido.

¿Por qué la infinitud nos ha mordido
y emprende un sucio juego cada tarde?






Óleo para un meditabundo


Alguien de noche dibuja
la aflicción en un espejo
y remeda el catalejo
que en su mirada se estruja.

Hay quien hace una burbuja
para olvidar otro ayuno,
si en silencio, inoportuno
medra en las dudas y escampa
profanamente:
una trampa
se sirve en el desayuno.

Tal vez de pronto se ahuyenta,
su sombra esgrime la lluvia;
en el camino diluvia
amargamente. Muy lenta
es la alfombra donde intenta
reposar y tan profundo
el dolor, que en otro mundo
su cansancio lo interroga:
anda a prisa en una soga
junto a Dios, meditabundo.

Esa persona a menudo
se traza varios esquemas,
a contraluz y en las yemas
de los dedos yace un mudo
laberinto: nunca pudo
cruzar la meta aquel sordo
pose. En escuálido tordo
de su vuelo se arrepiente.

Él después de la serpiente
es un polizonte a bordo.







Oda a la libertad

La libertad
también es una prisión
un gesto oscuro.
Carlos Esquivel Guerra


La libertad se percibe
en el rostro de un hermano
transparente, en ese arcano
sueño que otro mar describe.
La libertad sobrevive
al hombre que en sus espejos
nocturno observó reflejos
de la muerte; escaso día
es la libertad:
quería
tomarla, pero está lejos.






El destierro del arbusto


El mar es una guadaña del otro lado…
Del tiempo el mar es un pasatiempo, gime la angustia
y su huraña misericordia
(qué extraña sensación el mar persigue
en mis brazos),
no me obligue su fragancia taciturna.
Voy al mar, a su nocturna soledad,
él no consigue mirar sin rencor,
el agua no me perdona...
Aunque ileso descubro la sal y el peso
de la noche,
el sueño fragua su propósito,
(la enagua es un absurdo).

Inconsciente soy el remo cuando miente
su transparencia:
se aleja de mis brazos;
quién despeja áridas dudas,
si el puente es un prefacio que exhala
la nostalgia.
El mar se frustra desde el vecindario,
ilustra sus temores una rala mejilla
qué la bengala desprende,
acaso fue justo el destierro del arbusto,
del mástil que fue.
Su labio nunca besará el agravio
de escasas nubes.

Degusto mi voz,
la marea implora el espacio que le arranco
a su codicia.
Otro banco se desvela
y alguien mora por las calles:
a deshora le incendiaron la noticia.

Madre escuche
la caricia que el oleaje me ha propuesto.
Soy parte del mar,
un gesto desde una vela ficticia.






Breve acercamiento a la existencia


Si un loco te describe una sonrisa
y al hacerlo confunde tu mirada,
piensa que el desacierto existe en cada
sitio, aunque la existencia y su enfermiza
razón nos mienta a diario; si revisa
la bolsa donde guarda esa carencia
de pan y encuentra allí la indiferencia
humana, si después hace una pausa
en su descuido, cuál será la causa
que le ha reverdecido su demencia.

Un loco es el revólver que dispara
contra alguien y en el mártir hace blanco,
un loco solo existe sobre un banco
del parque si la noche se le encara.
Un cigarrillo, un peso, todo para
justificar delirios; desalientos,
monólogos, harapos, sus intentos
de coherencia; un loco en la estampida
sutil que ha convertido nuestra vida
a veces en lunáticos fragmentos.







Fábula del desierto

Para Antoine de Saint Exupery


Lo que embellece al desierto
es que nos guarda una rosa,
en algún lugar reposa
su fatiga.
Aunque no ha muerto
el oasis, nada es cierto
si se acerca el espejismo.
Ya la sed retorna al mismo
jardín:
¿acaso madruga
donde el rocío?
¿es la oruga
transida puerta al abismo?






Consumación


Voy a buscarme en la noche
para ver si no me encuentro;
iré tan profundo, adentro
de mi existencia, al derroche
del encubierto fantoche
que siempre he sido.
¿Es incierta
mi penumbra? ¿quién despierta
su laxitud? ¿Del camino
por qué un torpe peregrino
soy que su andar nunca acierta.

No importa, quiero saberme
de memoria esa mentira
que me hicieron y respira
desde su ventana. Inerme
estoy, no quiero esconderme
nunca más de ese mundano
sitio donde aquel hermano
también guardó su remota
causa.
La vida no trota
sobre mi almanaque en vano.

A quién rendirle después
las cuentas sobre el trapecio
cotidiano, si de necio
vengo vestido. Tal vez
me falte la desnudez
del prójimo en su neblina.
Ya dolorosa camina
la penumbra por mi vientre,
y aunque quizás nada encuentre
mi búsqueda aquí termina.






PEDRO JUAN MEDINA DOMÍNGUEZ (Trinidad, Sancti Spíritus, 1976) es Licenciado en Alimentos, graduado en
la Universidad de la Habana en el 2000. Como poeta, ha participado activamente en el movimiento de talleres literarios en Sancti Spíritus, y ha merecido premios en décima en los Encuentros Debates Provinciales de los años 2000, 2001, 2002 y 2005; Mención en el Encuentro Debate Nacional de Talleres Literarios Villa Clara 2004 y Premio en el Encuentro Debate Nacional de Talleres Literarios Ciego de Ávila 2006. Segundo premio nacional Ala Décima, Ciudad de la Habana 2005, y Premio Nacional Décima Joven de Cuba, Las Tunas 2005. Obras suyas aparecen publicadas en Que caí bajo la noche. Panorama de la décima erótica en Cuba (Ediciones Ávila, Ciego de Ávila, 2003) y Un canto de mis ojos nace. Selección de poetas trinitarios (Ediciones Luminarias, Sancti Spíritus, 2006). Tiene publicado el poemario Techo infinito (Editorial Sanlope, 2006). Actualmente trabaja en el GEE Palmares, sucursal Sancti Spíritus. Atiende el taller literario municipal “José Martí” de la ciudad de Trinidad.

Puede comunicarse con el autor mediante esta dirección email: gast.palmares@enet.cu

miércoles, 11 de junio de 2008

Segundo lugar
VIII concurso
Ala Décima
2008


Del otro lado del tiempo
,
de Ada Isabel Machín




JURADO:

María Eugenia Azcuy
Luisa Oneida Landín
Osvaldo Padrón



Del otro lado del tiempo


Ada Isabel Machín Álvarez





Close-up

… mis muertos siempre despiertos me ven desde cada foto…
Pedro Péglez González

…unos sonríen al lente, otros cuentan los minutos…
Silvio Rodríguez

…pero soy abriles y ya me cerca diciembre…
Pedro Péglez González


Prendidos de un lienzo roto con alfileres inciertos,
mis muertos siempre despiertos me ven desde cada foto.
Bajo el trucaje remoto de unas cuencas sin barniz,
ellos me ven la raíz, el médano, la espesura:
ven el verde que me apura, grave y terso, como el gris.

Unos sonríen al lente, otros cuentan los minutos.
¡Tantos huesos diminutos jugando a cruzar el puente!
Yo los miro, irreverente, con mi pupila inexperta,
(hay una página yerta agitándose en el fondo):
yo los miro; luego, escondo mi pupila en otra puerta.

Aquí, mi madre al soslayo, la cartulina precisa;
allá el satén de su risa sin miriñaque ni sayo.
Ella se mece en el tallo, dulce, lábil, como un duende;
ella mi ayuno desprende con la miel de su calostro:
mil luciérnagas al rostro su claroscuro me enciende.

Sálvame, madre: rodela de mi párpado apagado;
refúgiame en el costado de tu seno en duermevela.
¿No ves que alistan su vela mis barquichuelos pueriles?
¿Lo ves?, pero soy abriles y ya me cerca diciembre:
traslúcida y unimembre tú desbordas mis atriles.




A la memoria de mi madre: “encantada de haber vivido”

Niña de antigua calenda:

sagitaria, recia crin;
el arco, tenso hasta el fin;
espuma la faz tremenda.
Niña que diste la prenda
más jugosa a mi talego:
los ojos de un perro ciego
te vieron ayer pasar:
yo sé que volviste al mar,
adonde voy y no llego.

Ah madre-perla, el naufragio,
el mar calando tus valvas,
¿en cuál orilla te salvas,
desnuda, sin un presagio?
Y cómo hilarte un adagio
si es escarcha cuanto rimo:
el epitafio que imprimo
alumbra el polvo a tus pies:
nunca se agota la mies
cuando es eterno el racimo.




Querida Fina

A Josefina Isart


¿Y dónde estaba yo, querida Fina,
o mejor dicho, mi alma, qué inclemencia
empuñó aquella vez, cuando tu esencia
lloró su antigua vastedad divina?
Cántaro núbil, terrenal ondina
que regaló al salterio su turgencia
y el silbo milagroso a la ocarina:
¿acaso fue de un numen la sentencia
tu irisado fulgor de aguamarina?

Ah, cuánta vida, Fina!

Por empinarme a la vulgar colina
que nada siente y que del gris se aleja,
yo vi rodar, lisiada, tu madeja,
como el ciego que mira la neblina.
Mas hoy entiendo al fin, querida Fina,
-hoy, que se apresta a desbastar mi ceja
el tiempo con su flébil escofina-
por qué el sollozo tuyo tras la reja,
sigue vibrando al pie de mi retina.

Al fin entiendes, Fina?




Como Alicia

A Marilín: la otra pesadilla.


“…y atáronme un puñado de noches a los ojos: en jirones me dieron el amnios por esfera. Me desmedí con pechos de aserrín y salmuera. Encogiéronme luego, hambrunas y cerrojos.

Holláronme sin tregua los ciegos y los cojos, los huérfanos de alma, los enanos de altruismo…

Afilaba sus fauces, onírico, el abismo, cuando con evidente sarcasmo, la sevicia...”

¡Basta ya, Lewis Carroll! ¡No engendres otra Alicia!
¿Por qué atacan dos veces los monstruos de ti mismo?




As de oro

El anciano debiera ser como la luna:
un cuerpo opaco destinado a dar luz…
Mons. Joaquín Antonio Peñaloza

Para Evelia Soler


La anciana cartomántica deshuesa
el piadoso manjar de un padrenuestro,
en tanto Dios engulle, flaco y diestro,
las ánimas que huelgan por la mesa.
Gira en el aire -ágil y posesa-
la noria arcana devanando el sino;
gira Medea en pos del vellocino,
redimiendo palacios y tugurios:
una cábala azul, unos augurios,
serán el breve pan del peregrino.

En fuego sibarita se acelera
la nieve sideral de la cartuja:
metal rotundo que la forja estruja,
y acrisolado y áureo reverbera.
Sin basto que fustigue, la primera
en expulsar vestiglos de la alcoba:
con una brizna de bondad adoba
la más adversa pócima de alquimia.
Ni poquedad ni lobreguez vendimia:
toda la luna cabe en su joroba.




Yo te reclamo, abuelo


Yo te reclamo en mi dolor, abuelo
que habitas en adusto y alto polo;
tú que golpeabas hasta ayer el dolo,
-quijotesco y febril-, hoy eres hielo.
Qué ha de apenarte mi voraz flagelo,
mi vena mutilada, si el cansancio,
-que a todos deja en la corrida un rancio
gusto a nada- carcome tu redoma:
Desciende, pues, hasta mi seno, toma
el fruto desangrado que te escancio.

Con este cáliz de amplitud de llaga
dispongo un brindis por el vil canino
que escupe el pan de quien le añeja el vino.
¡Salud perenne a la proterva daga!
Labio curtido que jamás se estraga
con savia pobre de mis pobres horas:
¿por qué confinas al redil que moras,
la luz que espuma, azul, en tu brebaje?
¡Cómo pretendes mi nocturno oleaje
Iluminar, si en tu impiedad no lloras!




Salmo del ángel

Los viejos…son ángeles caídos que sólo
responden al rito de la muerte.
Adolfo Martí Fuentes

Para Gladys


Madre hilvana sin hilo un abalorio:
-menguadas perlas de razón aleve-
las va juntando con aguja breve,
sin horadar, apenas, su envoltorio.
Ah madre, las ventanas, el jolgorio
aquel de luz riéndote en la espalda:
cómo enhebras la herrumbre que te escalda
si el axioma se afirma en ley suprema:
el tiempo en estampida es anatema
que le deshoja el verde a la esmeralda.

Madre se envuelve con un chal de espuma
porque ella misma es aire; se deshila,
plena de antiguos soles, su pupila,
cuando el senil delirio la perfuma.
Pero el Cielo -dador de cuanto suma
el erario total de nuestro andrajo-
al rito llama con feroz badajo
desde un rasero igual, pero distinto.

Un ángel cae a contraluz, extinto.
Luego con Dios se marcha, calle abajo.





ADA ISABEL MACHÍN ÁLVAREZ
(Ciudad de La Habana, 1961), además de poetisa, es compositora, Licenciada en Información Científico-técnica y Bibliotecología en la Universidad de La Habana —donde trabaja actualmente— y graduada del conservatorio Ignacio Cervantes en la especialidad de piano. Por su obra musical y poética ha merecido diversos reconocimientos. Como escritora, cultiva todos los registros de la poesía pero tiene sitio de privilegio para la concebida en estrofas de diez versos, y la escribe con particular encanto y notables resultados. En el 2006 alcanzó el primer premio en el concurso nacional Francisco Pereira, en Nueva Paz, La Habana. También en ese año obtuvo el primer premio en la modalidad de canción guajira del concurso Todo décima, que convoca anualmente la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé, de Las Tunas. Otro galardón otorgado por esa institución, el premio Décima fiebre en el III concurso Décima al filo, de Guáimaro, Camagüey, lo mereció Ada en el 2007.

Puede comunicarse con la autora, mediante esta dirección email: ada@dict.uh.cu