VIII concurso
Ala Décima
2008
Óleo para
un meditabundo,
de Pedro Juan Medina
JURADO:
María Eugenia Azcuy
Luisa Oneida Landín
Osvaldo Padrón
Óleo para un meditabundo
Pedro Juan Medina
Por el camino de gravillas
A Jonstein Gaarder
...a veces abre sus dos
alas y ve los reveses,
yo me suicido mil veces
solo para ver a Dios..
Carlos Esquivel Guerra
Sobre el camino alguien niega
los sucesos y la niña
que fui —con su madre— aliña
las dudas; alguien navega
conmigo sobre esta ciega
génesis del mundo. Atroz
he oscurecido entre los
arbustos, supe que el seto
lejanamente, discreto
a veces abre sus dos
párpados y así me obliga
a proseguir. En su estrecha
soledad siempre me acecha
cuanta imagen a la espiga
viene a otoñar; me castiga
el sitio donde envejeces
padre, no sé cuántas veces
el páramo es un tapiz
nocturno que sube a mis
alas y ve los reveses
del prójimo; solo anhelo
la lucidez que él me pueda
conceder si me remeda
un ocaso.
Bajo el cielo
el camino de desvelo
aprende a morir, qué jueces
serán mis pies si las nueces
del alma crujen, no ahorque
este pensamiento, porque
yo me suicido mil veces,
pero no encuentro la ruta
hacia la verja, quien halla
su silencio siempre estalla
de incógnitas. Algo enluta
nuestro asombro y se disputa
lejos la muerte, ¿alguien nos
perdona?, por qué su adiós
dejó que otro cuerpo arrulle,
qué verdad se prostituye
solo para ver a Dios.
Carta para convencer a Van Gogh de su cordura
Hermano Van Gogh:
te escribo desde muy lejos, aquí la noche no llega, si no me respondes recibo tu silencio, si estás vivo fue porque tampoco pude esbozar a quien elude nuestra demencia; no pienso que la humildad de algún lienzo sea el brazo que nos escude.
Van Gogh, la noche amordaza sus ojeras, qué armonía ha tenido la osadía de alucinarte. Ahora pasa algún girasol, me abraza como nunca aunque conmigo siempre estuvo, apenas digo que tu pincel desde un falso tapiz me observa; a quién alzo la voz y un trigal bendigo.
Quizás la suerte suceda cuando encuentres quien te hechiza, dispara a su escurridiza luz, hazlo que te conceda la gloria, solo nos queda fallecer. Alguien ensalma mi ascenso, pero con calma no lo escucho.
¿Tuvo suerte la bala que te dio muerte?
Vincent, hasta luego,
tu alma.
Plegaria al dorso de la vida
Nombre pequeño que ilumina todo.
Manuel A. García Alonso
Nombre pequeño que ilumina todo
ayúdame a atizar cada pregunta,
la sinagoga es solo mi presunta
sospecha: ¿cuántas veces de algún modo
renuncia a mis rodillas y al beodo
calvario donde sufre su cobarde
integridad?
Pienso que es un alarde
de fe todo milagro concebido.
¿Por qué la infinitud nos ha mordido
y emprende un sucio juego cada tarde?
Óleo para un meditabundo
Alguien de noche dibuja
la aflicción en un espejo
y remeda el catalejo
que en su mirada se estruja.
Hay quien hace una burbuja
para olvidar otro ayuno,
si en silencio, inoportuno
medra en las dudas y escampa
profanamente:
una trampa
se sirve en el desayuno.
Tal vez de pronto se ahuyenta,
su sombra esgrime la lluvia;
en el camino diluvia
amargamente. Muy lenta
es la alfombra donde intenta
reposar y tan profundo
el dolor, que en otro mundo
su cansancio lo interroga:
anda a prisa en una soga
junto a Dios, meditabundo.
Esa persona a menudo
se traza varios esquemas,
a contraluz y en las yemas
de los dedos yace un mudo
laberinto: nunca pudo
cruzar la meta aquel sordo
pose. En escuálido tordo
de su vuelo se arrepiente.
Él después de la serpiente
es un polizonte a bordo.
Oda a la libertad
La libertad
también es una prisión
un gesto oscuro.
Carlos Esquivel Guerra
La libertad se percibe
en el rostro de un hermano
transparente, en ese arcano
sueño que otro mar describe.
La libertad sobrevive
al hombre que en sus espejos
nocturno observó reflejos
de la muerte; escaso día
es la libertad:
quería
tomarla, pero está lejos.
El destierro del arbusto
El mar es una guadaña del otro lado…
Del tiempo el mar es un pasatiempo, gime la angustia
y su huraña misericordia
(qué extraña sensación el mar persigue
en mis brazos),
no me obligue su fragancia taciturna.
Voy al mar, a su nocturna soledad,
él no consigue mirar sin rencor,
el agua no me perdona...
Aunque ileso descubro la sal y el peso
de la noche,
el sueño fragua su propósito,
(la enagua es un absurdo).
Inconsciente soy el remo cuando miente
su transparencia:
se aleja de mis brazos;
quién despeja áridas dudas,
si el puente es un prefacio que exhala
la nostalgia.
El mar se frustra desde el vecindario,
ilustra sus temores una rala mejilla
qué la bengala desprende,
acaso fue justo el destierro del arbusto,
del mástil que fue.
Su labio nunca besará el agravio
de escasas nubes.
Degusto mi voz,
la marea implora el espacio que le arranco
a su codicia.
Otro banco se desvela
y alguien mora por las calles:
a deshora le incendiaron la noticia.
Madre escuche
la caricia que el oleaje me ha propuesto.
Soy parte del mar,
un gesto desde una vela ficticia.
Breve acercamiento a la existencia
Si un loco te describe una sonrisa
y al hacerlo confunde tu mirada,
piensa que el desacierto existe en cada
sitio, aunque la existencia y su enfermiza
razón nos mienta a diario; si revisa
la bolsa donde guarda esa carencia
de pan y encuentra allí la indiferencia
humana, si después hace una pausa
en su descuido, cuál será la causa
que le ha reverdecido su demencia.
Un loco es el revólver que dispara
contra alguien y en el mártir hace blanco,
un loco solo existe sobre un banco
del parque si la noche se le encara.
Un cigarrillo, un peso, todo para
justificar delirios; desalientos,
monólogos, harapos, sus intentos
de coherencia; un loco en la estampida
sutil que ha convertido nuestra vida
a veces en lunáticos fragmentos.
Fábula del desierto
Para Antoine de Saint Exupery
Lo que embellece al desierto
es que nos guarda una rosa,
en algún lugar reposa
su fatiga.
Aunque no ha muerto
el oasis, nada es cierto
si se acerca el espejismo.
Ya la sed retorna al mismo
jardín:
¿acaso madruga
donde el rocío?
¿es la oruga
transida puerta al abismo?
Consumación
Voy a buscarme en la noche
para ver si no me encuentro;
iré tan profundo, adentro
de mi existencia, al derroche
del encubierto fantoche
que siempre he sido.
¿Es incierta
mi penumbra? ¿quién despierta
su laxitud? ¿Del camino
por qué un torpe peregrino
soy que su andar nunca acierta.
No importa, quiero saberme
de memoria esa mentira
que me hicieron y respira
desde su ventana. Inerme
estoy, no quiero esconderme
nunca más de ese mundano
sitio donde aquel hermano
también guardó su remota
causa.
La vida no trota
sobre mi almanaque en vano.
A quién rendirle después
las cuentas sobre el trapecio
cotidiano, si de necio
vengo vestido. Tal vez
me falte la desnudez
del prójimo en su neblina.
Ya dolorosa camina
la penumbra por mi vientre,
y aunque quizás nada encuentre
mi búsqueda aquí termina.
PEDRO JUAN MEDINA DOMÍNGUEZ (Trinidad, Sancti Spíritus, 1976) es Licenciado en Alimentos, graduado en
Puede comunicarse con el autor mediante esta dirección email: gast.palmares@enet.cu
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