viernes, 9 de octubre de 2015

Premio del VII concurso de glosas Naborí


 

Canto a la musa,
de José Miguel
Ramos Puerto




 
A partir del 2009, la filial del Grupo Ala Décima en San Miguel del Padrón, municipio natal de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, rinde tributo al poeta con el concurso nacional de glosas que lleva su nombre. En esta séptima edición (2015) mereció ese lauro el texto Canto a la musa, del poeta José Miguel Ramos Puerto (La Habana, 1940), reconocido como el escritor invidente más ganador en la Asociación Nacional del Ciego, amigo cercano del Indio Naborí, de quien se reconoce discípulo. Es la primera ocasión en que la casualidad quiere que un aeda privado de la visión conquiste el certamen que lleva el nombre del autor de Con tus ojos míos, con similar limitación física. José Miguel Ramos Puerto cuenta con numerosos reconocimientos y publicaciones de sus versos, entre ellas su poemario en décimas Humedad de arcoiris (Editorial Extramuros, 2005), presentada ese año en la Feria Internacional del Libro de La Habana. Ha incursionado en la poesía para adultos y niños, en el cuento, en el teatro y en el artículo periodístico. Dirigió por muchos años la revista Faro, de la Asociación Nacional del Ciego.




 




Canto a la musa



La musa que está y no está
es como la mariposa
que cuando quiere se posa
y cuando quiere se va.

Jesús Orta Ruiz
(Indio Naborí)



Estoy ante el parpadeo
místico de una quimera
como el que espera y no espera,
como un guardián, como un reo.
Me domina el centelleo
de una luz que no estará
a mi lado, y más acá,
con su palabra inconclusa,
es que descubro a la musa,
la musa que está y no está.

Trato de hallar su figura
con poético pincel;
y, si la pinto clavel,
se oculta, se transfigura.
Regresa con esa pura
epidermis de la rosa;
y la imagen voluptuosa,
mientras su perfume exhala,
se aleja batiendo el ala…
es como la mariposa.

Me quedo a merced de ella,
a oscuras en el camino,
como se queda el marino
cuando se oculta la estrella
que le indicaba la huella
en la noche tempestuosa;
y comprendo que la rosa,
que juega a ser una intrusa
es el disfraz de la musa
que cuando quiere se posa.

¿Y qué he de hacer con su encanto
de ser y no ser embrujo
que a Naborí lo sedujo
y conmigo hace otro tanto…?
Ella se viste de santo,
de Changó, de Yemayá,
de mariposa o majá,
de mil formas en la entrega.
Yo la arrullo cuando llega
y cuando quiere se va.













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