Burbuja
del tiempo,
de Carlos Ettiel
Gómez Abréu
de Carlos Ettiel
Gómez Abréu
Foto enviada por el autor
Desde el 2004 el Grupo
Ala Décima entrega un premio especial al mejor poema
concebido en décimas en el concurso
nacional de poesía Regino Pedroso,
que convocan cada dos años el periódico Trabajadores, la Central
de Trabajadores de Cuba, el Instituto
Cubano del Libro y el Consejo
Nacional de Casas de Cultura. En su octava
entrega, correspondiente a la decimosexta edición de ese certamen, mereció el
lauro decimístico en el Regino Pedroso el poema Burbuja del tiempo, de Carlos
Ettiel Gómez Abréu (Jagüey Grande, Matanzas, 1978), Licenciado en Derecho,
poeta, narrador y escritor para niños que se desempeña como instructor de
literatura. Ha sido jurado en diferentes concursos literarios. Es miembro de la
AHS y egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Cuenta
con numerosos reconocimientos y su obra se ha publicado en revistas,
antologías, y en los libros Polvo de
hadas (poesía para niños, Ediciones Matanzas, 2012) y Sombras del alma (poesía, AHS, Isla de la Juventud, 2012).
Burbuja
del tiempo
No sé por qué se ha hecho
desde hace tantos días este
extraño silencio…
Dulce
María Loynaz.
El
tiempo al abrazo viene
y
no se aparta… Es mi asedio,
mi
salvación, —su remedio
de
madera me sostiene.
No sabe el amor qué tiene
para
que perdure tanto.
Ha sido un monstruo, quebranto;
ha
sido portero, ha sido
un
corazón detenido
en
una cárcel de espanto.
Ha
sido la soledad
en
mis manos, mi taberna,
mi
verdugo. Ha sido eterna
su
ronda, su terquedad,
la
aparente frialdad,
su
casa dura y vacía.
Me pierde, —¿quién lo diría?
después
de tanto abrazarme:
se
aparta por no dejarme
sentir
su melancolía.
El
tiempo jamás abjura
cada
soplo nace, y muere:
no
aguarda por quien le quiere
ni
persigue al que se apura.
Un instante no se cura
de
su pasado; pues arde
el
minuto con alarde
de
rapidez, y se extingue.
Su premura no distingue
entre
la aurora y la tarde.
Saldo
mis cuentas. No puedo
tomar
el camino en calma.
Lleno de murmullo el alma
para
sentirla. Del miedo
se
oye el sonido, le cedo
mi
libertad, aparece
esta
urgencia que adolece
y
me atrapa en la renuncia:
es
el escape… ya anuncia
que
nada me pertenece.
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