Embriaguez (rosa, espada,
luz),
de Mariana Enriqueta
Pérez Pérez
de Mariana Enriqueta
Pérez Pérez
A partir del 2009, la filial
del Grupo Ala Décima en San Miguel del Padrón, municipio natal de Jesús Orta
Ruiz, el Indio Naborí, rinde tributo al poeta con el concurso
nacional de glosas que lleva su nombre. En esta sexta
edición (2014) mereció
ese lauro el texto Embriaguez (rosa,
espada, luz), de Mariana
Enriqueta Pérez Pérez (Santa Clara, Villa Clara, 1951), Licenciada en
Filología, en la especialidad Lengua y Literatura Hispanoamericana y Cubana, y
Diplomada en Cultura Cubana. Cuenta
con numerosos reconocimientos, tanto en versos como en trabajos de
investigación. Entre sus lauros está el Premio
Poesía de Amor Varadero 2009. En el 2013, en el concurso
internacional de poesía Nósside, obtuvo una mención particular, y su
poema en décimas Multiverso
alcanzó mención
en el apartado de poesía del V
Concurso de Ciencia-Ficción y Fantasía Oscar Hurtado. Tiene publicados,
entre otros, los libros La nostalgia domina los rincones (poesía,
Editorial Capiro, 1992); Cierta llama (décimas, Ed. Capiro, 2001); La
desnudez oculta (poesía, Ed. Capiro, 2005); Búscame en el horizonte (compilación de la obra poética de Leoncio
Yanes, Ed. Sed de belleza, 2008), y La
flecha inesperada (poesía, Editorial Capiro, 2012). Es representante
del Grupo Ala Décima en la provincia de Villa Clara, donde fundó y dirige la
tertulia La décima es un árbol y su
sitio web. En el séptimo aniversario de esa tertulia (2014), su poema Un
cante de ida y vuelta (guajira) mereció el primer premio en el concurso
«Leoncio Yanes. Catálogo rimado:
décimas del año», que se decide por votación de los contertulios.
Embriaguez (rosa, espada, luz)
Yo no sé de qué rosa de luz salió una espada
con un filo de azúcar, para ser tu mirada.
Solo sé que mis ojos, de mirarte una vez
se me van a otro mundo… maduros de embriaguez.
Jesús Orta Ruiz, «Poema ante
tu imagen» (1)
La luz: un juego extraño
—ritual amarillento
que frota mis ventanas con
la mueca de agosto—
enfila su hermosura por el
pasaje angosto
donde hoy me contemplas o me
pides un cuento.
Se ha doblado la rosa (en un
rosal hambriento
de luz) con penitencia
brutal, desamparada.
Estás en el retrato: yo
caigo en la emboscada,
avanzo por el polvo, tanta
sed me destroza
que al herirme su filo, o al
chocar con la rosa,
yo no sé de qué rosa de luz salió una espada.
No hay una luz podrida ni
una tiniebla insulsa.
Vas errante, golpeas un
cálido tambor
para juntar de lejos las
flores y el amor.
Cuando agosto palpita en tu
perfil, se endulza
la incógnita del aire que mi
silencio pulsa.
Pobre hidalgo que un día
marchaste a la Cruzada
con una rosa al puño y
sangre en la estocada,
vuelve siempre a mi noche y
bendice mi eros,
desafía la muerte, ungiendo
tus aceros
con un filo de azúcar, para ser tu mirada.
Rosas o filo… ¿muerte? Con
figura gallarda
tú, el caballero, mezclas del aire los destellos,
y la luz, como hebra, se transmuta en cabellos
cuando su rosa invicta por mi ternura aguarda.
Qué importa que su rumbo toque mi frente y arda
o que el aire sea rojo al posarse en mi tez.
tú, el caballero, mezclas del aire los destellos,
y la luz, como hebra, se transmuta en cabellos
cuando su rosa invicta por mi ternura aguarda.
Qué importa que su rumbo toque mi frente y arda
o que el aire sea rojo al posarse en mi tez.
Ignoro si hay corceles
rendidos a tus pies
o si oyes mi sonrisa intrépida y curiosa
o si endulzas la luz que distingue a la rosa…
Solo sé que mis ojos, de mirarte una vez
hallaron tu silueta en luz desesperada;
que esa luz en la imagen ardía como angustia;
que mi ansiedad vio cruces y en una espina mustia
se unió con este pasmo de luna embalsamada.
Yo no veo a la muerte, porque va en retirada.
o si oyes mi sonrisa intrépida y curiosa
o si endulzas la luz que distingue a la rosa…
Solo sé que mis ojos, de mirarte una vez
hallaron tu silueta en luz desesperada;
que esa luz en la imagen ardía como angustia;
que mi ansiedad vio cruces y en una espina mustia
se unió con este pasmo de luna embalsamada.
Yo no veo a la muerte, porque va en retirada.
Yo respaldo la vida y aferro
mi pavés
cuando nacen albores en tu cuerpo. Y ya ves
cuando nacen albores en tu cuerpo. Y ya ves
que me endulzo y dormito
sobre una espada rota,
y que tus ojos negros, al sentir mi derrota,
se me van a otro mundo… maduros de embriaguez.
y que tus ojos negros, al sentir mi derrota,
se me van a otro mundo… maduros de embriaguez.
NOTA:
1.- En su: Eros en tres tiempos, Ediciones Unión,
La Habana, 2002. p. 39.
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