Oda al jinete
del caballo blanco,
de Lisy García Valdés
del caballo blanco,
de Lisy García Valdés
Para la poetisa premiada con el más alto lauro del
certamen, concibió esta pintura el reconocido creador de las artes plásticas Kamyl Bullaudy. La obra fue
inspirada en el presente texto y destinada a su autora como parte del premio.
Además del principal galardón, este poemario recibió el Premio del Grupo
Décima al filo, otorgado por esa agrupación con sede en Guáimaro,
Camagüey, al mejor texto escrito por mujer en el concurso
Ala Décima. Este último lauro consistió en una obra del artista de la
plástica Ángel
Silvestre.
Oda al jinete del caballo blanco
Lisy García Valdés
Primer premio
XIV concurso nacional
Ala Décima (2014)
Ala Décima (2014)
JURADO:
NUEVOS EQUILIBRIOS
SOBRE UN CABALLO BLANCO
SOBRE UN CABALLO BLANCO
La novia conoció al equilibrista, al jinete
del caballo blanco, la noche que pasó quemando hojas secas. Después miró al
cielo y vio la nada.
Las dos líneas iniciales pueden parecer un
galimatías, pero no lo son. Sucede que la autora del cuaderno Oda al jinete
del caballo blanco, gran premio del XIV Concurso Nacional Ala Décima 2014 y
Premio del Grupo Décima al Filo al mejor texto escrito por mujer, utilizó el
seudónimo «La novia del equilibrista». Antes, en 2002, había publicado sus
primeras décimas en el libro Mujer que pasó la noche quemando hojas secas (1),
que contiene, en la sección «Heraldos», las décimas: «Antigua la voz sin velo»,
«Otra vez el ábrego» y «Heraldos»; la reseña —de mi autoría— acerca de esas
décimas termina con un pronunciamiento,
menos premonitorio que de confianza: «Sabemos que la poeta —sin quemar hojas
secas— ya retomó la composición en décimas y depara a sus lectores nuevas
sorpresas» (2). Cinco años más tarde, aparece la realidad de esas sorpresas, y
si ello no ocurrió antes fue porque esta mujer,
además de poeta, es madre de tres hijos (no hay que abundar en lo que
eso significa).
Lo sorprendente de su décima escrita es que
antes se apoyaba en figuraciones imaginativas —imagen visionaria, símbolo y
visión— o «fenómeno visionario», dentro de la medida octosilábica tradicional;
mientras que ahora parte —sin abandonar la imagen— de la variedad versal. En el
presente cuaderno se aprecia un predominio de la polimetría, el encabalgamiento
y el ascenso dramatúrgico del discurso. A saber: en los dos primeros versos del
poema I, el sujeto lírico expresa categóricamente: Miré al cielo / y vi la
nada; en el número III culmina con la afirmación: Yace el olvido, virtud
/ que siembra la nada (3). Por otra parte, una lectura acuciosa deja ver la
unidad temática y el desarrollo progresivo de los conceptos e ideas que maneja.
Véase una brevísima muestra de cómo la voz lírica se mueve, de lo general a lo
particular, entre la pérdida potencial y la pérdida efectiva, donde la soledad
es grito, ruego y, finalmente, resignación: I. ver / cerrada tu puerta / la
pradera desierta / y un lento padecer… (los puntos suspensivos ya
indican la continuidad). II. Ora, /
el dolor crece, / nada acontece / mas acaba. III. Infiel / eres, hombre-olvido, / hombre-descuido. IV. Te
alejas, gemir, te alejas / inquieto […] Aguardo el vendaval, / el lodo. V.
Llega el silencio, atardece, / te busco. VI. amargo, / letargo, / verme
tan sola y perdida. […] Nadie llega /ruega / mi piel abrigo. […]
Me invento sobre el alpiste, […] Me perdí / buscando tu mano.
En el presente cuaderno, la autora maneja los
eternos motivos, símbolos o arquetipos, del ser y el existir poéticos: ala,
cielo, tierra, serpiente, soledad, tristeza, abismo… con su voz personal, pero
sin oscurecer las imágenes. Si en las décimas de Mujer que pasó la noche…
mostraba una atmósfera visionaria, donde lo más significativo era la
arborización de las imágenes en varios niveles, y llegando incluso a la
«permutación recíproca de los planos imaginativos o transustanciación» (4), en
las de ahora —que forman parte de un libro aún sin terminar— su apoyatura es,
como ya se ha dicho, el ritmo versal y la progresión de las ideas.
El tiempo sigue corriendo y Lisy García Valdés alcanza nuevos estadios en
su maduración lírica, me atrevo, por
tanto, a un nuevo pronunciamiento: el libro que contiene la «Oda al jinete del
caballo blanco» causará asombro máximo entre los lectores que aprecian los
experimentos de la décima contemporánea.
En Santa Clara, 6 de marzo de 2014
Mariana Enriqueta Pérez Pérez
1.- Lisy
García Valdés: Mujer que pasó la noche quemando hojas secas, Ediciones
Sed de Belleza, 2002, Santa Clara.
2.- Véase la reseña «Lisy
García Valdés, sin quemar hojas secas» en el sitio web «La décima es un árbol»:
http://www.cenit.cult.cu/decimas/
3.- He
destacado la frase en negrita para que se aprecie mejor.
4.- Aporte
de Vicente Aleixandre a la poesía en lengua española, según refiere Carlos
Bousoño, quien expresa: «se realizará no ya una transfiguración, sino una
verdadera transustanciación si trastocamos la normal colocación de los
planos real y evocado, de tal modo que éste se sitúe en el lugar que a aquel
corresponde, y a su vez aquel venga a ocupar el lugar que aquel dejó vacante.
Si normalmente la construcción es A como B [...] dirá B como A»,
en su La poesía de Vicente Aleixandre: imagen, estilo, mundo poético,
Ediciones Ínsula, 1950, Madrid.
Oda al jinete del caballo blanco
I
Miré al cielo
y vi la nada.
Mojada
el ala sin
vuelo,
miré al cielo,
a la tierra,
al ojo que se
aferra:
¿Qué ciudad
semejante a
esta gran ciudad?
convocándome a la guerra.
Miré, eran
mil años cumplidos,
era un dragón
y una dama
huyendo de su aguijón.
La llave de los
vencidos,
tiempo de los
olvidos
de un renacer
incipiente
a manos de la
serpiente.
Miré soledad y
tristeza,
pobreza,
un poniente
en el abismo.
Dios, el hombre
me duele, no sana
como una herida
lejana
sin tiempo bajo
el sismo
de tu mano.
Nada es lo mismo
es un eterno
caer
ver
cerrada tu
puerta
la pradera
desierta
y un lento
padecer...
II
La noche,
el hombre, su
mudez,
pesantez
o vano alarde, broche
sobre lo
espino, derroche
eterno y
mentira.
El hombre gira
en su espanto.
Una bala,
cala
por siempre en
la ira.
Amanece,
es otra hora.
Ora,
el dolor crece,
nada acontece
mas acaba.
Hombre cava
otro agujero
—cuerpo niño,
cuerpo fiero—
la muerte has
hecho tu esclava.
III
Infiel
eres,
hombre-olvido,
hombre-descuido.
Tu impiedad
saja la piel
de otro. Riel
que empina la
cruzada
para sembrar la
fachada,
camino,
inquietud.
Yace el olvido,
virtud
que siembra la
nada.
IV
Te alejas,
gemir, te alejas
inquieto,
aprieto
las manos, me
dejas.
Te reflejas
de algún modo
en el recodo
del ventanal.
Aguardo el
vendaval,
el lodo.
V
Luchas
todo se rompe
cual
racha o
desequilibrio, igual
son muchas
las voces al
silencio, escuchas…
hiere su
vestidura;
otra mano, otra
figura
al viento
lento
rodar, la
muerte perdura
en tus brazos.
Abismo,
un hoyo eterno
es lo mismo,
trazos
de un existir,
pedazos.
Estás dormido o
despierto...
desierto
te siento, la
bruma
suma
a tu lecho lo
incierto.
Profeta,
ya sin destino
niego a tu
piedad el sino.
Otros ecos son
la saeta,
mano que
vuelves inquieta,
matas
mi fe, atas,
transformas
el camino y
deformas
un cenit al que
delatas.
Llega el
silencio, atardece,
te busco.
El tiempo
brusco
mueve la
tempestad y crece
este miedo que
padece
la gente. Un
hogar,
un no llegar
—tanto duele el
olvido—,
te seguiré en
el descuido,
en ese eterno
bregar.
VI
Dónde habitan
las horas,
dónde la
verdad.
Hijos, hogar,
libertad.
Qué es la
memoria. Afloras
noche. No sé
por qué demoras
la vida,
toda garganta
es guarida,
amargo,
letargo,
verme tan sola
y perdida.
Por qué hoy,
qué me detiene.
La soledad
conviene,
no sé quién
soy.
Voy, no voy.
Qué persigo,
dónde el amigo.
Nadie llega
ruega
mi piel abrigo.
Acaso estoy
triste
destino,
camino
pero el vacío
embiste.
Me invento
sobre el alpiste,
grano
o tirano
de mí.
Me perdí
buscando tu
mano.
LISY GARCÍA VALDÉS
(Santa Clara, Villa Clara, 1973). Poeta y editora. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz. Textos suyos han
aparecido en varias revistas nacionales e internacionales. Ha sido antologada
en Los Parques (Ediciones Mecenas, 2002), Queredlas cual las hacéis (Casa Editora Abril, 2007), Faz de tierra conocida (Editorial Letras
Cubanas, 2010) y Esta
cárcel de aire puro. Panorama de la décima cubana en el siglo XX (Casa
Editora Abril, 2010). Ha publicado los poemarios Mujer que pasó la noche
quemando hojas secas (Ediciones Sed de Belleza, 2002), El inútil eco del
cansancio (Ediciones Ávila, 2005, Premio Nacional de Poesía «Raúl Doblado»
2004), Siglos de sal (Editorial Capiro, 2007), y Debajo de las almohadas (poesía para niños, Ediciones Sed de
belleza, 2008).
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