Hombre y árbol,
de Olimpia Pombal
A partir del 2009, la
filial
del Grupo Ala Décima en
San Miguel del Padrón, municipio natal de Jesús Orta
Ruiz, el Indio Naborí, rinde tributo al poeta con el concurso
nacional de glosas que lleva su nombre. En esta octava
edición (2016) mereció
ese lauro el texto Hombre y árbol, de la poetisa Olimpia
Pombal Duarte (Remedios, Villa Clara, 1935), quien tiene publicados, entre otros, los libros de poesía para niños Con
alas de seda (Editorial Capiro, 2004) y Diario del Zoo (Editorial Sed de Belleza, 2010). Es una fiel
contertulia de La décima es un árbol, que conduce en Santa Clara Mariana
Pérez Pérez, ganadora de este certamen en el 2014. Olimpia
cuenta con numerosos reconocimientos en concursos provinciales y nacionales,
entre ellos el de tema erótico en el XVI
concurso nacional Ala Décima —premiado en febrero de este año— con su
cuaderno Quiero
que vengas ayer.
Hombre y árbol
El hombre es un árbol móvil;
el árbol, un hombre atado.
En la magia de la noche
se confunden hombre y árbol.
Los árboles viejos tienen
barbas como los ancianos
y son amables abuelos
de la brisa y de los pájaros.
No hay nada más parecido
entre el bosque y los humanos
que el esqueleto de un hombre
y el esqueleto de un árbol.
Jesús Orta
Ruiz
(Indio
Naborí)
Romance del árbol
El hombre es
un árbol móvil
de fuertes y añosos brazos
que sueñan tocar el cielo
antes que llegue el ocaso
y el día olvide sus luces.
El árbol, un
hombre atado
al tiempo que lo aprisiona,
mide los vientos y espacios.
En la magia de
la noche
a veces se escucha un llanto;
lloran los troncos nudosos
la savia de sus reclamos,
y se esparce en verde luz
la hojarasca de un milagro.
Los árboles
viejos tienen
oídos y ojos abstractos;
oyen y ven, como el hombre,
el deambular de los astros.
Igual que el hombre poseen
barbas como
los ancianos;
arriba el cielo los guarda,
la tierra es su lecho abajo,
y son amables
abuelos
que no convocan agravios
y no olvidan los contornos
de la brisa y
de los pájaros.
Cuando el monte se despierta
siempre sucede algo extraño:
los sonidos se entrelazan
y el bosque es otro más grávido.
No hay nada
más parecido
que las yerbas en un prado
y en un río el agua viva.
Entre el
bosque y los humanos
hay una audaz semejanza:
sienten, sufren, son exactos,
y en la muerte, cuando van
del mundo al inmenso osario,
sólo importa que se funden,
da igual sembrar un presagio
que el
esqueleto de un hombre
y el esqueleto
de un árbol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario