Breve
itinerario bajo la lluvia,
de Henry Rodríguez Borjas
de Henry Rodríguez Borjas
En el V
Concurso Toda luz y toda mía —cuya premiación se efectuó en junio durante
el Cuarto
Festival de esa agrupación con sede en Sancti Spíritus— se entregó por
primera vez un lauro del Grupo
Ala Décima para autor joven, que correspondió a la obra Breve
itinerario bajo la lluvia, de Henry
Rodríguez Borjas (Las Tunas, 1984),
quien recibió con ese motivo una selección de libros, en premiación diferida
durante el Catauro
de la décima de la 49 Jornada Cucalambeana, en Las Tunas. Integraron el jurado de este certamen los
poetas Karel
Leyva Ferrer, Antonio
Rodríguez Salvador y Pedro
Péglez González.
Breve
itinerario bajo la lluvia
BREVE
ITINERARIO BAJO LA LLUVIA
Llueve
.Se hace más terrible
olvidarme
de tu nombre.
Llueve
en mí o en aquel hombre
que
rumia su apetecible
dolor
(su queja plausible)
cual
bufón frente al espejo.
Llueve
sobre mi entrecejo
una
paz que regurgito
entre
el silencio y el grito
de
un odio mucho más viejo.
Llueve.
Ya no pertenezco
a
ningún sitio. Macondo
quedó
detrás, en el fondo
de
esta ausencia que padezco.
Llueve
tu olvido y no crezco.
Llueve
Dios y tanto abismo
habitable,
tanto sismo
anunciando
un resplandor.
Llueve
otra vez el error
de
parecerme a mí mismo.
Llueve,
pero la conciencia
permanece
hostil y dura.
(La
luz no será más pura
cuando
dicten mi sentencia).
Llueve,
pero una demencia
heredaré
sobre el ruedo.
Llueve,
pero ya no puedo
salvarte
y salvar la nieve
sutil
de los días. Llueve,
pero
otra vez tengo miedo
a
desconocer el odio,
la
tristeza que me ahoga.
Llueve
porque hay una soga
meciéndose
sobre el podio.
Llueve
porque te salmodio
a
pesar de los retablos
sin
concluir. Los vocablos
tristísimos
de la espera.
Llueve
porque mi bandera
predijo
ayer los venablos
histéricos
del mañana,
las
horas, el vil hospicio.
Las
voces del precipicio
entrando
por mi ventana.
Llueve
porque no hay mañana
después
que la luz me falle.
Después
que el sol nos acalle
otra
verdad a destiempo.
Llueve
otra vez sobre el tiempo.
Sobre
mí, sobre la calle.
LUGAR
COMÚN
Me
da miedo hablar de todo.
Los
pasados que hoy terminan.
Mis
palabras asesinan
al
yo que estaba en el lodo.
Pero
no descubro el modo
para
espantar los ciclones.
Busqué
en algunos rincones
de
la casa y solo veo
la
salida de Odiseo.
Espero
que me perdones,
(sé
que es un lugar común).
Espero
que cuando parta
mi
bajel (no sé si a Esparta)
pueda
encontrarte en algún
puerto
menos turbio. Un
siglo
después del abismo
volveré
en un silogismo
más
transparente que el miedo
a
demostrarte que puedo,
siempre
puedo ser el mismo
gorrión
triste que encontraste
a
la vuelta de un abril,
más
silencioso que mil
silencios.
Si me encontraste
o
te encontré, si no ataste
al
viento todas tus ganas
ya
no importa. Las ventanas
quizás
puedan ser abiertas
como
yo cerré mis puertas.
Siempre
existirán mañanas,
lugares
donde podamos
despertar
sobre los puentes,
voces
aún indiferentes,
que
no comprendan que estamos
amaneciendo.
Que hablamos
los
dos con el mismo enredo
de
palabras contra el miedo
a
esta rutina y el vicio.
Ya
estoy en el precipicio,
pero
sabes que no puedo
saltar
si tú no me empujas
hacia
el vacío piadoso
y
profundo que es el pozo
en
tu voz. Si no me estrujas
en
el pecho las agujas
de
un reloj casi desierto
nunca
sabrás si fue cierto
cada
minuto de lluvia.
No
sientes cómo diluvia
otra
vez sobre este puerto
cansado
de ver morirse
las
gaviotas. Ya cansado
de
ver a los barcos irse
y
no regresar. Cansado
porque
él mismo es un candado
enorme
y no encuentra llave
para
liberar al ave
moribunda.
(Sin apuro
los
barcos van al futuro,
pero
el puerto no lo sabe).
Pero
sí saben tus ganas
el
lugar donde me escondo,
que
me he lanzado hasta el fondo,
y
ya no doblan campanas
por
mí. Ábreme tus ventanas.
No
quiero partir. El miedo
puede
encontrarme en el ruedo
abstracto
de la partida.
Déjame
anclar en tu vida
y
amarte. Sé bien que puedo.
ÉL
Alberto
Garrido
Debo
inventarme un olvido
que
enmascare la memoria.
Acaso
puede esta noria
olvidarse
que he vivido
y
es bastante. Voy mordido
por
ese oscuro pronombre
que
me impusieron. El hombre
es
una débil promesa
y
sobre mis hombros pesa.
(No
pueden salvar mi nombre).
BREVEDAD
Las
calles de mi infancia nunca fueron
adornos
sin neblina y sin pobreza.
A
esas calles nunca hice la promesa
de
volver un día invicto. Vieron
huir
mis pies un otoño que perdieron
su
inocencia. Mis calles son historia
retratada
en blanco y negro. Notoria
brevedad:
el regreso y la utopía.
Las
calles de mi infancia, todavía
me
besan con sus años la memoria.
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