domingo, 26 de agosto de 2007




Premio
Ala Décima
2004

Los Césares perdidos,
de Odalys Leyva

Los Césares perdidos, óleo sobre tela de Carlos Rafael Vega, miembro del Grupo Ala Décima; obra inspirada en el presente texto poético y entregada a la autora en la ceremonia de premiación como parte del Premio.




Los Césares perdidos


Odalys Leyva Rosabal



Primer premio

IV concurso nacional
Ala Décima (2004)



JURADO:

Luis Hernández Serrano
Olga Lidia Pérez
Modesto Caballero




LOS CÉSARES GANADOS


Verdaderamente Los Césares perdidos ganaron su batalla poética.

A la hora crucial de las decisiones, ni Olga Lidia Pérez, ni Modesto Caballero, ni este privilegiado prologuista, pudieron resistir semejante tentación.

Aunque la autora del vigoroso cuaderno se autodefine como “dama ciega sin alfiles”, se abrió paso triunfal con la brújula y el talismán de su poesía, por entre el follaje magnífico de 52 conjuntos de versos concursantes.

Ante la maravilla de sus décimas endecasílabas y octosílabas, no vacilamos ni un segundo los tres integrantes de Ala Décima en reconocer su indiscutible Primer Premio de la cuarta edición del certamen.

“Esta es mi voluntad mi certidumbre”, declara en una de sus estrofas rotundas, la insospechada muchacha que envió su arte a nuestro concurso, desde el cálido Este cubano, hasta el marítimo Este de La Habana.

Los inefables tropos que deambulan serenos entre las 905 palabras de Los Césares perdidos, cantan por los versos de esta “convicta” de la poesía, nueva Ariadna que ve romperse el hilo y no claudica desde su “extraña soledad”.

¡Qué mundo mágico y sublime la poética de esta joven cubana que escogió como seudónimo para la lid decimística el nombre ancestral de Cleopatra!

Su imaginería refleja motivos de toques existenciales y ella sabe muy bien por qué revela que “al final sólo hay el muro/ de un hospicio donde abjuro/ de todo Que nada importe/ cuando he perdido en el norte/ de otro cuerpo mi futuro”.

Lo dice con un lenguaje poético de altos quilates y por algo muy hondo. Tal vez por eso de Blaise Pascal de que “el corazón tiene razones que la razón desconoce”.


Luis Hernández Serrano





Los Césares perdidos


…Y en mi ebriedad magnífica, contemplo
los furibundos dioses que en mi templo
se reparten las aguas de la gloria

Diusmel Machado




A veces muda

Estoy aquí tal vez un poco muda
indiscutible sí pero desnuda
(golondrina que nunca jamás vuele)
A veces soy la piedra y no me duele
del mundo cómo oscilan sus perfiles
Y soy la dama ciega sin alfiles
(Artemisa Penélope Cleopatra)
Nadie grite no soy quien idolatra
el símbolo ilusorio que nos dicta
un negligente azar
Soy la convicta.



Testamento de Tolomeo XII

Esta es mi voluntad mi certidumbre
Proclamo a Egipto mi pasión y gloria
y no puede fallar en la memoria
el trono en que se asienta la costumbre

Cleopatra ha de regir la muchedumbre
y el hermano también Es el trofeo
mejor si compartido Sólo creo
que no acude a la sangre la certeza
Será duro que reine la tristeza
como desquite a mi mayor deseo.



Desde Cleopatra

Ave César aguardo tu llegada
y tiembla de fragor mi pubis duende
agoniza esta llama que pretende
ungir mis labios de tu miel sagrada
Ante la impavidez de tu mirada
blasfeman mis cadenas el delito
ambiguo talismán fuego proscrito
en mis carnes purgadas de soborno
César clava tu cruz como un adorno
contra el volcán de sueños donde grito.



Expulsión de Arsinoe
por Cleopatra

Ha conminado a la joven doncella
lejos de la fecunda Alejandría
mi voluntad perpetua lejanía
que impulsa la oración de una querella
Pude embestir mis dioses contra ella
pero sufrí memoria de la cuna
Sin embargo
la Reina es sólo una
y es ambiguo el ardor del vasallaje
Cómo no he de rabiar si el homenaje
espanta y martiriza mi fortuna.



Súplica de Arsinoe al eunuco

–Ven mi dulce Arsinoe en la redada
la sangre se me ha vuelto una tormenta

–Ganímedes si dura fue la afrenta
no permitas que llore tu escapada
He de morir sin ruidos por la espada
del odio que provoca un maleficio
en el ardid fatal de mi suplicio
No siempre fue mi ejemplo la obediencia
Pero no me abandones La violencia
es hija de la senectud del juicio

II

Mis ojos son el trono y como diosa
por mi sangre va el Arca sin Noé
huyendo de mi estirpe Pronto he
de saltar la codicia que me acosa
(A los pies del eunuco no reposa
el porvenir no obstante los tropeles
claman por mi ventura pero infieles
adoran a mi espalda al adversario)
Si la cruz no me busca ¿qué santuario
habrá de desterrarme a los burdeles?

III

Contra el César me erijo contra Roma
contra el yugo que muerde a Tolomeo
y es mi sangre bañada por el reo
que mezcla su dolor con el aroma
de mi aliento prohibido
El odio asoma
su temor sobre el odio más profuso
La traición es la paz mas no rehuso
al trono que mi padre me arrebata
Y no voy a morir no si me mata
el amor que imposible se me opuso.



Los Césares perdidos

Para R. G. S.

Porque he llorado al César tantas veces
en mi difícil traje de ermitaña
la soledad en mí no es cosa extraña
aunque el fuego desnuda mis reveses
¿Dónde guardo el calor que largos meses
disfrutara mi cuerpo lisonjero?
¿Adónde ha de partir mi desespero?
Ave César desata tu lujuria
que mi cuerpo se funde en la penuria
como el magma en volcánico aguacero

II

Me perturba tu indómito ostracismo
(mi remedio es oculta paradoja)
Si no valgo ante ti si soy la floja
mordedura si el trono no es el mismo
por qué voy a rendir a tu egoísmo
una lágrima más Tu ciencia fría
se resume en vulgar paleografía
mientras yo de tu inútil parquedad
construyo lentamente una ciudad
sin la praxis de tu filosofía

III

Será la piromancia tu obituario
cuando el cuerpo su llanto ya no calme
pero serán mis lágrimas la oxalme
que guardará tu grito reaccionario
Roma tendrá en secreto el relicario
de aquel dolor pasado
ya neolítico
tu recuerdo caerá sobre lo mítico
de mi propia leyenda sin fisuras
Será un placer cargar mis helgaduras
con tu obsoleto salmo de amor crítico

IV

Qué absurda la marioneta
que en las noches sin relente
echó su savia elocuente
en mi paciencia discreta
Fui rehén la fácil treta
quedó escondida en mi espejo
(alguien frunce el entrecejo
cuando en pequeña venganza
pongo infiel en la balanza
el rostro del que me alejo)

V

¿Por qué mi ropa raída
si los dulces manantiales
que conservo son iguales
al agua de mi partida?
¿Por qué la herida? ¿Mi herida
no acaba en el Coliseo?
¿Quién soy? ¿Quién soy si ya veo
como Ariadna roto el hilo?
Soy Penélope y vigilo
el retorno de Odiseo

VI

César ¿sabes qué presagio
se hunde en mis carnes? Traición
purgada en la salvación
es mi suplicante adagio
Roma no sabe el naufragio
que en tus paredes se oculta
César el placer sepulta
las piedras de mi paciencia
porque en mí estalló la urgencia
de un abandono que insulta

¿Temes a la maldición
al acoso de una brújula
que te guía hacia mi esdrújula
y noctámbula pasión?
¡No soy la superstición
que huyendo del espectáculo
echa flor en el umbráculo
ciego de una luz proterva!
César la dama y la cuerva
se redimen ante el báculo

VII

Porque en Roma no ha llovido
al fragor de la costumbre
es que padezco esta herrumbre
con fantasmas del olvido
¡Qué terrible es el descuido!
Al final sólo hay el muro
de un hospicio donde abjuro
de todo Que nada importe
cuando he perdido en el norte
de otro cuerpo mi futuro.




ODALYS LEYVA ROSABAL

Nació en Jobabo, Las Tunas, en 1969. Desde niña reside en Guáimaro, Camagüey. Cultiva la poesía y la literatura para niños. Presidenta del Grupo Nacional “Decima al Filo”, el cual fundó en el 2002. Obras suyas han aparecido en revistas y plaquettes. Ha sido premiada en eventos y concursos literarios provinciales y nacionales. En el 2003 recibió mención en el Concurso Iberoamericano Cucalambé y alcanzó el Premio Décima Joven. En el 2004 mereció el Premio Todo Décima, en el género de ensayo.

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