sábado, 1 de junio de 2013

Premio Décimas para el amor, XIII Ala Décima



 
El rumor
de las abejas
,
de Liany Vento

Fotos: Tamara Gispert
y cortesía de Mariana Pérez Pérez



 





El premio Décimas para el amor Hermeides Pompa lo concede la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé, de Las Tunas, al mejor cuaderno con ese tema, y da continuidad al certamen que la institución inauguró en 1994 y cuya primera ganadora fue la poetisa que da nombre actualmente a ese lauro. Consistió en poemarios y otros materiales de la Casa, los cuales fueron recogidos (foto superior) en la ceremonia de premiación por Mariana Pérez Pérez, representante del Grupo Ala Décima en Villa Clara, al no poder concurrir la ganadora, Liany Vento. Esta última recibió los obsequios en los días siguientes, de manos de Mariana, en el encuentro de febrero de su tertulia La décima es un árbol (foto inferior).















El rumor de las abejas

Liany Vento García






Premio Décimas para el amor
Hermeides Pompa
XIII concurso nacional
Ala Décima (2013)








JURADO:












El rumor de las abejas




Para Neruda y con él







PÓRTICO


Quien solía viajar hoy es estancia,
las grises rebeldías del fracaso.
Quien podía avanzar no da ni un paso,
se olvidó de luchar, es tolerancia.
Anida de lo pobre la fragancia,
pobreza de la muerte, lo cobarde.
Quien solía mirar no ve la tarde,
desvía sus pupilas hacia el muro.
Quien creía en la luz, hoy es lo oscuro;
empapa la hoja seca, ya no arde.




1

Apagaré la lumbre de esta casa,
Neruda mío, que esconderme anhelo.
Dudo de todos, casi soy recelo.
Apagaré la lumbre de esta casa.
Neruda mío, se me ha vuelto escasa
Mi FE por las paredes de la acera.
Neruda, si me dices la primera
De todas las palabras que no alcanzo
Encenderé la luz en mi remanso.
Recelo es todo. Callas. Soy la fiera.


¿Abriste una ventana o son mis dudas?
¿Abriste una ventana o ya no veo?
¿Abriste una ventana es lo que leo?
¿Abriste una ventana o son mis dudas?
¿Estás? No escucho. Cuando ya no acudas
quién calmará mi aliento de serpiente.
¿Eres tú, mi Neruda? ¿O es la gente?
¿La ventana está abierta? Ausculto pasos,
Desconocidas huellas, negros trazos
De sonido, Neruda. Estoy caliente.


Se sabe que un reloj es la hermosura
¿Dónde están mis preciosas manecillas?
He sentido el roer de las ardillas.
He sentido el sabor de la locura.
No le temas, Neruda, a mi figura
encorvada cual tímida inocencia.
Solo tejo preguntas, no es demencia.
¿Son las certezas como los relojes?
Al silencio me lanzas. No me arrojes
al poco tiempo. Callas. Soy clemencia.




2

Un recuerdo de mí llegó en tus versos,
Neruda que llegaste con las olas.
Botellas verdes, montón de caracolas
deformes, viles como los perversos.
Una vuelta y descubro dos reversos
de mí misma que tiemblo ante el error.
Yo caminaba huyendo al desamor
pero al nacer te tocan dos palabras.
Vida y muerte resultan tan macabras
para el justo, tan justo: perdedor.


Contarlo todo con ternura quiero,
la ternura en el llanto del nacer.
Quiero contarlo todo, no correr
como si huyese del sepulturero.
Pero ¿quién me devuelve lo primero
que fui antes de besar todo el lirismo?
¡Quién rompiera su rojo mecanismo!
Nada es simple, Neruda, en la alborada.
Me convenció de mucho que ahora es nada.
Me dio lo diferente, que es lo mismo.


Culpables son las torres de la loma
y los libros, Neruda, que escribiste.
Lo incrédulo del alma, se resiste
a aguantar su cabeza, va y la asoma.
Descubre sobre el suelo la paloma
y en la rama los versos de quien lucha
por perderse en el bosque sin capucha,
con los brazos batiendo el aire, un canto.
Lo tumba la ventisca, y el espanto
del corazón cayendo cual calucha.




3

Aquí no basta con deseos raros
de querer ablandar lo que nos muelen.
Ni fingir bien la paz mientras se duelen
muy dentro de uno, sentimientos caros.
No me bastó y huí de los disparos
a una casa de rejas insulares,
mas la noche llegó con los palmares.
Y la brisa se fue. Llegó el silencio.
Empuño la esperanza y me sentencio
para encontrar la luz, los palomares.


“¿Cuánto camino he de cantar, Neruda?
¿Cuántas voces me busco para el grito?
¿Hacia dónde mi llanto precipito?
¿Y dónde esta la mano que me ayuda?”
Así cantaba con tu voz aguda,
mas ¿quién inventaría la mudez
el tiempo que se acaba, su acidez?
¿Y quién pudo inventar el bosque rojo?
“¿Quién me aguanta la fe, quién el arrojo
que se me escapa como en agua el pez?”


Entrego todo a la genial ventisca.
Callaré como calla mi murmullo
cansado de evitar al Perogrullo
que se mete en el pecho y lo pellizca.
No recibo, Neruda, ni una pizca
de aire nuevo, recibo solo quejas.
Llévame junto a ti, libre de rejas
que condenan mi mano a la derrota.
Llévame junto a ti y a donde brota
y habita el gran rumor de las abejas.














LIANY VENTO GARCÍA (1982, Villa Clara). Poetisa y narradora. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz. Premio Fotuto 2007. En ese mismo año, alcanzó mención en el concurso El mar y la montaña, convocado por la editorial del mismo nombre, en Guantánamo. Mención en el concurso Casa tomada 2009. Tiene publicado el libro de cuentos Close up (Editorial Sed de belleza 2010). Mereció el Premio de poesía Ciudad del Che (2011). Cuentos suyos y reseñas aparecen publicados en revistas impresas y digitales. Con el libro de cuentos El olor de los fulanos, obtuvo el Premio Pinos Nuevos de narrativa 2012. Ha participado de la tertulia La décima es un árbol, de Mariana Pérez Pérez. Más acerca de su obra, mediante el siguiente enlace, en CubaLiteraria.








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