miércoles, 8 de junio de 2016

Premio autor joven, XVI Ala Décima



 
Apuntes sobre la casa,
de Henry Rodríguez Borjas








 
Con una selección de libros editados por el periódico Juventud Rebelde fue dotado el Premio Guillermo Cabrera Álvarez, concedido por ese órgano de prensa al mejor poemario de autor joven, el cual fue entregado por Sara Cotarelo, jefa de su Departamento de Atención a lectores y miembro de su Consejo de Dirección, a Miguel Mariano Piñero, presidente del jurado y residente en Las Tunas al igual que el autor laureado con este premio.







Apuntes sobre la casa

Henry Rodríguez Borjas



Premio Guillermo Cabrera Álvarez, para autor joven
XVI concurso nacional
Ala Décima (2016)


JURADO:










Apuntes sobre la casa





APUNTES SOBRE LA CASA

(Desde el autoexilio)

Para  Alexander Besú Guevara,
por su tristeza y la mía.


Mi casa es una mentira,
un festival de beodos.
Mi casa tiene recodos
para esconder lo que expira.
Cuando mi casa suspira,
sus ojos rectangulares
se derrumban. Son pesares
que mueren a medianoche.
Su portal es un fantoche
con sueños extra insulares.

Mi casa esconde su esencia
bajo un cielo de Galván
y embadurna de alquitrán
su alquitranada conciencia.
Mi casa es una apariencia
travestida con cemento.
Mi casa es otro argumento
colgado de la ventana
que sueña con un mañana
pero muere en el intento.

Mi casa es un algoritmo
sin solución aparente
y lleva sobre la frente
-viejo reloj sin biorritmo-
ese cadencioso ritmo
de las horas invisibles.
Mi casa tiene plausibles
escenas de cine mudo,
razones por las que acudo
y vecinos impasibles.

Desovan sobre su techo
las nubes sus cantos grises.
La casa tiene raíces
que comienzan en mi pecho.
La casa tiende su lecho
igual que una meretriz.
No importa la cicatriz
que la reabra mi ausencia.
Me dice como sentencia:
si no hay casa, no hay país,
porque una casa sin hombre
es como un hombre sin vida,
supurando por la herida
la maldición de un pronombre.
Porque una casa sin nombre
es una ciudad desierta.
Porque mi casa despierta
con  aldabonazos leves
sus cuatro estaciones breves
cuando alguien abre la puerta.

La noche tiene reclusos
que pernoctan en mi cuarto.
Con todos ellos comparto
mi corazón. Mis ilusos
pensamientos. Son intrusos
que beben de mi almenara.
Se disfrazan con su cara
más humilde, más inerme.
En cambio la casa duerme
como si el tiempo pasara
más lento por su traspatio,
como un caracol indócil.
El tiempo, mascota fósil
que vigila desde el patio,
sigue esperando un fellatio
y mira la casa altivo.
Sobre su conciencia escribo
para apagar esta braza.
Porque no quiero otra casa
que la casa donde vivo.




CONFESIONES DEL POETA

(Segundos antes de saltar)


Pueden venir si lo quieren
Teseo y el Minotauro,
cuando saque del catauro
las décimas que me hieren.
Pueden venir los que mueren
a golpe de sacrificio,
a romper el maleficio
de esta blancura silente.
Yo escribiré un continente
porque escribir es mi oficio.

Puede ser el precipicio
alto como torre Eiffel.
Puede estar el anaquel
repleto de lodo y vicio.
Puede estar este suplicio
tan profundo como un cangre
bajo mi piel. Me desangre
letra a letra, día a día
-como algún dios-. Poesía
eres alma y luz, mi sangre.




YO, ROBOT

(Con tecnología esdrújula)


El futuro es mitológico
como las alas de cera.
Para comenzar la era
soy demasiado biológico.
Tanto cerebro analógico
me da una tristeza crónica.
Otra fachada anacrónica,
disfuncional y oxidada.
Ya no me sirve de nada
mi melancolía biónica.

Hay una sed amazónica
en mi circuito integrado.
El porvenir estampado
en mi memoria antagónica.
Una sonrisa electrónica
nos parece menos básica.
El hombre tiene su clásica
manera de hacerlo todo
al revés. De cualquier modo
es esta la era jurásica.




PREMONICIONES DEL CÉSAR

(Antes del alba)


No vengan los comensales
que invité. Porque hoy celebro
mi tristeza. (Mi cerebro
con vallas perimetrales).
Hoy derribo los vitrales
por donde el alba se asoma.
Ya predije un carcinoma
de relucientes venablos.
Quién cuidará los establos
cuando me ausente de Roma.

Pueden venir sin embargo
las oscuras melodías
de la noche. Sinfonías
que aletargan mi letargo.
Pueden servirme el amargo
licor de mi sangre hirviente.
Pueden besarme la frente
con la sonrisa que amputo.
Si digo, tú también, Bruto,
podré cruzar cualquier puente.










HENRY RODRÍGUEZ BORJAS (Las Tunas, 1984). Pertenece al Taller Literario Guillermo Vidal desde su fundación en el 2006. Ha obtenido varios premios y menciones en Encuentros Debates de Talleres Literarios y en el concurso Tomasa Varona. Ha publicado en folletos con motivo de las Jornadas Cucalambeanas y las jornadas de la poesía Gilberto E. Rodríguez, en el plegable Horas de amor vencidas, nuevos decimistas tuneros (Editorial Sanlope, 2013), en la antología Mundos Paralelos, del Proyecto Encaminarte, y está incluido en la antología Historia de la poesía en Las Tunas, del poeta e investigador Antonio Gutiérrez Rodríguez. Tiene publicado el libro digital La siesta del centauro, por la Editorial Letra Viva (Miami, 2013).










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