domingo, 25 de febrero de 2018

Segundo premio Ala Décima 2018



 
Pasaporte / Destierro / Cicatrices,
de Carlos Ettiel Gómez Abréu





Equivalente al segundo lugar del certamen, el Premio Especial Aniversario 110 del natalicio de Gilberto E. Rodríguez fue conferido por la Filial provincial del Grupo Ala Décima en Las Tunas y el proyecto artístico-literario El manuscrito perdido, de esa provincia, y consistió en una obra de arte y una selección de libros.







Pasaporte / Destierro / Cicatrices

Carlos Ettiel Gómez Abréu



Premio Especial Aniversario 110
del natalicio de Gilberto E. Rodríguez
XVIII concurso nacional
Ala Décima (2018)


JURADO:











Pasaporte / Destierro / Cicatrices




Como un invisible voy
perdido en la ciega prisa
de los cuerpos (tanta risa
igual, ya no sé quién soy).
    Extraña imagen que doy
frente a los otros, la arteria
se descompone, es muy seria
aquella huida, respondo
con el silencio más hondo:
callado grito de histeria.

Mi voz ensancha los ecos
del humano que antes fui,
pues de tanto que perdí
ya tengo los ojos secos
y sin color. Mundos huecos
me persiguen, me torturan
como a un criminal, procuran
que el destierro no soporte:
jamás tuve el pasaporte
de los rostros que me abjuran.

Ya se les vuelve el vivir
una intuición de reflejos,
angustia de los espejos
que no aprenden a mentir.
    De su fraude disentir
es pecado, les estorbo
en el orden, en su morbo
de pastiches y renuncia.
    Hoy el tiempo se me anuncia
como la mar en un sorbo.

Toda mi sed bebería
si acaso fuese probable
como pez interminable
de versos. A sangre fría
tensan los nudos. Un día
voy a tragarme la cuerda
y el anzuelo. Cuando pierda
mis hipócritas costumbres
se verán las podredumbres.
(Dios de mí ya no se acuerda).

El “canto” hipnotiza, fluye
mientras voy a la intemperie
y busca unirme a la serie
de los muertos que construye.
    Su pupila me rehúye
por no perder el disfraz
insostenible, sin más
puertas, paredes ni velo.
    Una mentira de hielo
arrasa, no mira atrás.

Medio siglo de intuición
sutil, el hombre mendigo
sin voluntad, sin abrigo
después de la clonación.
    Hileras rumbo al montón
de circuitos, engranaje
que me arrastra; el equipaje
de escombros como retraso
y la marca a cada paso
de los verdugos que traje.

Una cuerda a la cintura
—pobres corderos— ¿Adónde
los llevan? Si alguien responde,
la cuerda se transfigura
en mordaza. Criatura
que a nadie obliga, convence
con el mismo acto circense:
ciego, sordo, mudo (igual
cada vez). ¿Será el final?
—Quiera Dios que no comience.

No soy de entrar en la foto
con la mirada tranquila.
    Oscura oveja, en la fila
me vuelvo de cabo roto.
    Agrestes perros del oto-
quieren cortar mis pala-
indóciles estoca-
para anclarme las rodi-
al suelo, bosque de si-
peligrosas... ¡Basta ya!

De una vez rescato todas
las letras. Como puñales
mis heridas ancestrales
no se ajustan a las modas
uniformes (burdas odas 
de las fábricas). Hay dos
universos. Uno atroz
de murallas y destierro,
mi dolor como el de un perro
cuando no lo mira Dios.

El otro mundo: mercado
de las almas (me persigno)
entro en él, y soy indigno
proyecto de un desterrado
que se arrastra, y el candado
pesa más en mi grillete.
    En los ojos un ribete
intraducible, sin alas:
se terminaron las balas
del Ak-47.

No es nueva la batalla. En recepciones
evacuan sus cerebros y las lenguas
repiten. Se emocionan cuando menguas
a punto de seguir las instrucciones.
    No es nuevo el sacrificio de los clones
en sus coreografías de momentos
iguales. Les harán cien monumentos,
fotocopias de humo, inversión fútil,
merecido homenaje (aunque ya inútil)
a la comodidad de los asientos. 

En un olvido muy largo
se reproducen. Emigro
como una cruz, al peligro
de la soledad. Encargo
un caparazón amargo
y detrás de mis cerrojos
resucitan los despojos,
sus espinas (torpes juegos
de aquel mundo en que los ciegos
están llorando sus ojos).

Suave la palmada, “admiran
mi divergencia”. Seducen
ciertas frases que producen
sus ruedas dentadas. Giran
de pronto (acaso deliran).
    Nota mental: Son felices
detrás de sus rostros grises,
no les preocupa el encierro 
de su albedrío, ni el  hierro
marcando estas cicatrices.





 


CARLOS ETTIEL GÓMEZ ABRÉU (Jagüey Grande, Matanzas, 1978). Licenciado en Derecho, se desempeña como asesor literario en la Casa de Cultura de Jagüey Grande. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Cuenta con numerosos reconocimientos y varios libros publicados, tanto en poesía como en narrativa. Su obra aparece además en revistas y antologías. La edición del 2014 del concurso nacional de poesía Regino Pedroso tuvo entre sus laureados a Carlos Ettiel, quien mereció en ese certamen el Premio Ala Décima por su poema Burbuja del tiempo. Sobre otra importante zona de su creación literaria, sus permanentes y ya reconocidos empeños en la literatura para niños y jóvenes, y en la que se enrumba hacia el muy serio propósito de hacer reír, puede verse información en el siguiente trabajo de nuestros archivos: Ettiel le pone sazón al verso. Su quehacer para los más recientes lectores bien pueden atestiguarlo los volúmenes Los caprichos del tiempo (Editorial Gente Nueva, Colección Juvenil, 2015), con el cual alcanzó el Premio La Edad de Oro, en el género de poesía, en la convocatoria correspondiente al año 2015, Polvo de hadas (poesía para niños, Ediciones Matanzas, 2012), y Reino de hechizos (la misma modalidad, Ediciones Aldabón, 2014). Su novela para niños y jóvenes Proyecto Mellizos, Ediciones Loynaz, 2016, obtuvo el Premio Hermanos Loynaz. En el 2017, con su decimario Escape del tiempo mereció el Premio Francisco Riverón Hernández. De ese libro, en nuestros archivos, los poemas Proyecto y Tatuaje insular.









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