Confusiones
del heraldo,
de Jesús Arencibia
de Jesús Arencibia
Foto: Anays Almenares Ávila
Desde el 2004 el Grupo
Ala Décima entrega un premio especial al mejor poema
concebido en décimas en el concurso
nacional de poesía Regino Pedroso,
que convocan anualmente el periódico Trabajadores, la Central
de Trabajadores de Cuba, el Instituto
Cubano del Libro y el Consejo
Nacional de Casas de Cultura.
En su séptima entrega, correspondiente a la decimoquinta
edición de ese certamen, mereció el lauro decimístico en el Regino Pedroso el poema Confusiones del heraldo, de Jesús
Arencibia Lorenzo (Pinar del Río, 1982), Licenciado
en Periodismo que actualmente se desempeña como profesor en la Facultad de
Comunicación Social de la Universidad de La Habana y como periodista
en Juventud Rebelde. En el 2010, mereció el primer premio del concurso
nacional de glosas “Canto alrededor del punto” con su obra Hierros
de ingenio. En el 2011, su texto Corta
carta cursi conquistó el premio
del tercer concurso de glosas Jesús Orta Ruiz, de la filial
de Ala Décima en San Miguel del Padrón. En el XII
concurso nacional Ala Décima 2012 se le otorgó el Premio
del Proyecto Perseverarte (para joven), por su cuaderno Duros
aires de familia.
Confusiones
del heraldo
Un
papel es inocente
si no hay rastros de querella
entre demonio y estrella,
entre posible y presente.
Un papel puede ser fuente,
chatura gris, agujero.
Pero aquel de sino artero,
tuyo sin serlo, de hiel;
quiero decir, el papel
donde sufrías: «Los quiero»…
Era una rara escritura
anhelante de vacío.
Era como un desvarío
tierno de página dura.
Adiviné la costura
con que tecleaste el aliento.
Y vi claro el pensamiento
silueteando la neblina:
Rostro sin doblez ni esquina.
Era, Madre, un testamento.
Tenía trillos del bien
en frenéticas señales.
Besos dejabas. Raudales
de angustia, Madre, también.
Acuchillaba la sien
con los mil remotos «si…»
Pronto, ayer, mañana, aquí,
después, hoy, lejos, jamás…
Tal vez no recordarás:
Era una ausencia de ti.
Pasó. Y cuando el rayo pasa
todo es como embrión de luz.
Ya sin remilgos ni cruz
las letras vuelven a casa.
Donde el escrito se enlaza
con el partir del conjuro,
cierra la vista algún muro.
Sin embargo, el Sin Embargo
promete un día más largo.
Hay Sol, Madre. Te lo juro.
si no hay rastros de querella
entre demonio y estrella,
entre posible y presente.
Un papel puede ser fuente,
chatura gris, agujero.
Pero aquel de sino artero,
tuyo sin serlo, de hiel;
quiero decir, el papel
donde sufrías: «Los quiero»…
Era una rara escritura
anhelante de vacío.
Era como un desvarío
tierno de página dura.
Adiviné la costura
con que tecleaste el aliento.
Y vi claro el pensamiento
silueteando la neblina:
Rostro sin doblez ni esquina.
Era, Madre, un testamento.
Tenía trillos del bien
en frenéticas señales.
Besos dejabas. Raudales
de angustia, Madre, también.
Acuchillaba la sien
con los mil remotos «si…»
Pronto, ayer, mañana, aquí,
después, hoy, lejos, jamás…
Tal vez no recordarás:
Era una ausencia de ti.
Pasó. Y cuando el rayo pasa
todo es como embrión de luz.
Ya sin remilgos ni cruz
las letras vuelven a casa.
Donde el escrito se enlaza
con el partir del conjuro,
cierra la vista algún muro.
Sin embargo, el Sin Embargo
promete un día más largo.
Hay Sol, Madre. Te lo juro.
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